En apenas dos décadas el Ártico dejará de ser el imponente continente helado que es hoy, y dejará también de ser una infranqueable barrera a la navegación. Los modelos climáticos muestran que hay extensas partes del Ártico que perderán su capa de hielo anual, en favor del agua, que ganará espacio. Estos súbitos cambios pondrán en jaque la vida de numerosas especies animales y vegetales, pero también tendrán consecuencias positivas en otros ámbitos, pues un Ártico navegable permitirá la apertura de nuevas rutas comerciales marítimas.

“No hay ningún escenario en el que el deshielo del Ártico sea una buena noticia", reseña la autora principal del estudio y climatóloga de la Universidad de Brown, Amanda Lynch. Sin embargo, como incide, “la desafortunada realidad” es que el hielo ya se está retirando del Ártico, abriendo nuevas rutas comerciales. Por todo ello, Lynch considera que es el momento de “reflexionar sobre sus implicaciones legales, ambientales y geopolíticas”.

De hecho, este mismo año un buque carguero ruso de la naviera Sovcomflot logró convertirse en el primero que navegó a través de áreas antes heladas. El barco había partido desde el puerto de Sabetta (Rusia) el pasado 5 de enero y completó el tramo llegando hasta la ciudad de Jiangsu (China) el 27 de enero, para regresar hasta la localidad rusa el 7 de febrero, navegando por todo el Mar del Norte con éxito, de acuerdo con un comunicado de la empresa emitido cuando se completó la ruta.

Ruta seguida por el carguero ruso en enero y febrero de este año Agencias

Se ha de pagar un peaje a Rusia, de momento

La modificación que va a sufrir el paisaje helado tiene el potencial suficiente como para abrir nuevas rutas marítimas más cortas y reducir así la huella de carbono del transporte de mercancías. Hasta el momento, muchos de los barcos que quieren viajar por la ruta del Mar del Norte están obligados a pagar un peaje a Rusia.

Para establecer esta legislación, Rusia se acoge al artículo 234 del Convenio sobre el Derecho del Mar de Naciones Unidas que establece que los países cuyas costas estén cerca de las rutas marítimas del Ártico tienen la capacidad de regular el tráfico marítimo de la ruta, siempre que el área permanezca cubierta de hielo la mayor parte del año.

Aprovechando esta contingencia, el país no solo cobra un tributo al pasar por estas aguas, sino que además, requiere a los navegantes una planificación previa al viaje. Con estos requisitos tan estrictos no es de extrañar que muchas compañías navieras prefieran utilizar los canales de Suez y Panamá para trasladar sus mercancías, aunque sean rutas más largas.

Pero la hegemonía rusa podría acabar con este deshielo. “Estoy seguro de que los rusos seguirán invocando el artículo 234, que intentarán respaldar con su poder”, afirma Charles Norchi, director del Centro de Oceánicos y de Ley Costera de Maine. “Pero serán cuestionados por la comunidad internacional, porque el artículo 234 dejará de ser aplicable si no hay una zona cubierta de hielo durante la mayor parte del año”, resalta.

Barco rompehielos en el Ártico Agencias

El fin del control de este país también tendrá que ver con el área que se gane al hielo. Es probable que el deshielo deje libre una zona que se consideraría aguas internacionales, por lo tanto, si sucediera “Rusia no podría hacer mucho”.

Se reducirán las emisiones de carbono del tráfico marítimo

Las rutas del Ártico son entre un 30 y un 50% más cortas que las del Canal de Suez o el de Panamá. De esta forma, el deshielo ayudará a reducir el tiempo que se tarda en hacer una misma ruta en 14 o 20 días. Esto significa que, en caso de que este deshielo suceda tal y como están contemplando los modelos climáticos, las navieras reducirán su huella de carbono un 24%, y al mismo tiempo, ahorrarán tiempo y dinero.

“La diversificación de las rutas comerciales, especialmente en lo que se refiere a nuevas rutas que no se pueden bloquear, porque no son canales, le da al comercio marítimo una capacidad de recuperación”, resalta, por su parte, la climatóloga Amanda Lynch, autora principal del artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

Los países tardaron diez años en ponerse de acuerdo para establecer el Derecho del Mar, por esta razón, los científicos defienden que es el momento de considerar esta posibilidad con vistas a la regulación de este nuevo espacio.

“Ser conscientes de estos cambios que se avecinan podría evitar crisis cuando el problema se genere y deba resolverse rápidamente, lo que casi nunca sale bien”, insiste Lynch, que defiende que “elaborar acuerdos internacionales con algo de previsión y deliberación es sin duda una mejor manera de hacerlo”.

Estudio de referencia: Enlace: https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.220272011

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