Si una embarazada hiciera caso de todos los consejos que dan algunas guías para el embarazo pasaría hasta 40 semanas sin poder pintarse las uñas, ni comer salchichas de Frankfurt, ni queso fresco, ni tener relaciones sexuales en los primeros meses. Es probable que si asiste a un cursillo preparto en un hospital oiga cosas como la siguiente: si el día que te pones de parto no sabes si has roto aguas o te has hecho pis, mete las bragas en una bolsa de plástico y llévasela al médico. Él (o ella) saben.

"Me parece excesivo el control al que se somete a las embarazadas", explica Carolina del Olmo, autora del libro ¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad individualista (Clave intelectual). Del Olmo es madre de tres hijos y tiene un hermano médico, lo que junto a su formación en Filosofía, asegura que le ha permitido leer los consejos médicos "con cierto ojo crítico" y relativizar la ristra de prohibiciones que recibió. Claro que hay embarazos de riesgo, pero Del Olmo sostiene que la mayoría no tienen complicaciones y el celo de los médicos "hace sentir a las embarazadas que están en una situación extraordinaria de vulnerabilidad, cuando no es así".

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