Aunque sea igual, no es lo mismo lucir un solitario que un solitario de Tiffany. Ni la lluvia resbala de la misma manera bajo una gabardina Burberry que bajo cualquier otra trinchera elaborada con lana, algodón o fibra sintética. La lista de productos exclusivos que han pasado a la historia de la moda y el estilo como los mejores del mundo es interminable: los vestidos envolventes de Diane von Furstenberg, las plumas Mont Blanc, el champagne Dom Perignon, los perfumes Clive Christia, el suave cepillado del cabello que solo consigue Mason Pearson?

En todos estos casos, la idea de estar ante el producto platónico entre los de su clase está asociada a una larga tradición y repercute en el precio. Pero las fórmulas con las que el siglo XXI está alumbrando nuevas ideas de negocio, nos enseñan que especializarse en un producto de tal manera que pueda presentarse como el perfecto o el mejor del mundo, ya no es cuestión de herencia, sino de branding.

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