Entablar un diálogo justo, delicado y provechoso con la naturaleza sólo está al alcance de las sensibilidades más privilegiadas. Y, en 1978, cuando Valentino Mercati comenzó a cultivar plantas medicinales con los sistemas que hoy se consideran biológicos, demostró que pertenecía a esa especia de visionarios capaces de adelantarse a su época. En los setenta todas las respuestas se buscaban en la química y defender una filosofía basada en la creencia de que la naturaleza provee al hombre de aquello que necesita para su bienestar era más bien cosa de los hippies que vivían en comunas.