Fue uno de los chicos guapos que rodeaban a Andy Warhol en el Nueva York de los ochenta, publicó un libro dedicado íntegramente a Pamela Anderson y otro en el que disfrazó a sus amigos artistas de sacerdotes cristianos. También editó un vídeo con escenas de películas porno en las que rayó las caras de los protagonistas porque, dijo, "en la sociedad actual, el porno es el nuevo pop". Para Sante D´Orazio la provocación es un factor inherente al estatus de artista y lleva practicándola desde hace más de 30 años, cuando, por casualidad y por culpa del que fue su mentor, Lou Bernstein, decidió aparcar los pinceles para agarrar una cámara. De familia de artistas, era el chico que se quedaba garabateando el cuaderno en el recreo. Nada demasiado extraño si no hubiera ocurrido en el Brooklyn de los sesenta. "Era el raro. Pintaba mientras el resto se dedicaba a robar coches", bromea desde su estudio neoyorquino. Después llegaron los encargos y las supermodelos, a las que conoció siendo casi niñas.