Cuánto se ha movido el mundo en menos de quince años para que seamos tan diferentes. Me refiero a nosotras respecto a las mujeres jóvenes. Sí, las que nacimos entre los sesenta y los setenta, las que quisimos ser Pippi Långstrumpf en el garaje a falta de granero, la primera hornada de la EGB que vio cómo sustituían el crucifijo del aula y la foto de Franco con la misma normalidad que en casa se cansaban de un cuadro, y que ahora aplaudimos a estas millennials de melenas lacias que parecen tener la llave del futuro...