Un cuerpo dormido ofrece una imagen relajante. Un leve movimiento ascendente y descendente, quizás un ligero movimiento de párpados. Apenas nada más. Pero si nos aventurásemos en el interior de ese cuerpo como curiosos habitantes de Lilliput descubriríamos una sofisticada factoría en la que cada enzima, hormona o neurona trabaja con afán estajanovista para cumplir con las funciones para las que fueron diseñadas. En definitiva, la plácida imagen del durmiente no tiene nada que ver con la actividad frenética que se desarrolla en su interior. El sueño es un trabajo en cadena que se inicia en el cerebro, más concretamente en el hipotálamo, el responsable de dar el pistoletazo de salida que llevará a la glándula pineal a iniciar la producción de melanina, la hormona...