La apariencia industrial del edificio, imposible de disfrazar, contrasta con la burguesa uniformidad de sus vecinos -de fachadas decoradas con molduras y petunias púrpura en los balcones, tejados abuhardillados de pizarra y chimeneas en batería- en esta estrecha calle de Ménilmontant. Tras una mañana lluviosa, por fin ha salido el sol, y la luz entra a raudales por las ventanas y veluxes del estudio, como empeñada en justificar su nombre: Daylight. La comida del equipo, previa a la sesión, ha sido silenciosa, concentrada; uno se creería junto a sus compañeros en un vestuario y no en el plató de un shooting de moda. Madame Huppert impone.