La influencia de la cultura nipona se introdujo en Occidente cuando las artes del lejano país se exhibieron en la Exposición Universal de Londres de 1862. Dejó huella en los grandes artistas impresionistas, postimpresionistas y modernistas de toda Europa; una fascinación casi mórbida transformó la densidad de los colores y las técnicas de la época, que dio obras maestras de Renoir, Monet, Van Gogh, Whistler, por no hablar de las ilustraciones de Toulouse-Lautrec. Pero el impacto fue más allá del mundo de las artes. Se estrenó la ópera Madame Butterfly, de Puccini; las tiendas de antigüedades vendieron sin regatear netsukes y xilografías. Y los quimonos de la gira occidental de la actriz y geisha Sada Yacco hicieron el resto. La folie japonnaise inundó París e impregnó las casas de Poiret, Paquin y Vionnet con el aroma del cerezo y el descubrimiento del corte rectangular y plano del quimono, que cambió la silueta de las mujeres de principios del siglo XX...