TENÍAN LAS MANOS PERO NO LA IMAGINACIÓN. Italia lleva varios siglos siendo la fábrica textil de Europa. Sus tejidos de alta gama y su tradición artesana fueron (y son) reclamo indispensable para las grandes casas de moda parisinas. Sin embargo, el país, con la excepción de zapateros como Ferragamo o sastres como Zegna, no tenía grandes nombres propios en lo que a creatividad se refiere. Fueron las sagas familiares de la industria de la confección las que, a principios de los sesenta, y en pleno auge del cine y de las celebridades italianas, se dieron cuenta del filón que suponía unir moda, marca y patrimonio. Este relato, resumido y muy a grandes rasgos, es el que define los inicios de Tod’s, Missoni, Prada o Versace. El resto es historia.