"¡Llevamos una semana sin discutir!" me dicen orgullosas algunas parejas después de varias sesiones de terapia de pareja. Muchos creen que el objetivo de la terapia es lograr no discutir, no enfadarse, no disgustarse, etc.

Lo cierto es que ningún psicólogo que se dedique a la terapia de pareja puede prometer relaciones sin conflictos. No sería real.

El conflicto es imprescindible en una relación de pareja. ¿Por qué? Porque no somos iguales. Dos personas, con una educación distinta, una familia de origen diferente, expectativas diferentes, etc., no pueden estar de acuerdo en todo, no pueden ver la vida igual. El caso es que, para caminar juntos, hace falta ajustarse, y esto significa conflictos.

Ahora, la forma en la que se producen esos conflictos, será decisivo en la calidad de la relación de pareja. Si en esos conflictos se destruye parte de la relación será más difícil recuperarse. Por el contrario, si después de haber discutido se ha logrado el acuerdo o, al menos, comprender mejor al otro, entonces la pareja habrá crecido.

Anna Gil Wittke responde a los lectores este miércoles a las 14:30 horas, envía ya tu pregunta.

Es decir, evitar el conflicto acaba siendo tan contraproducente como tenerlos de mala manera. Mejorar una relación pasa por mejorar la forma en la que se discute.

A lo que me gustaría llegar es a la idea de que es normal, incluso necesario, discutir. Es señal de que hay aristas que chocan y que para que la relación funcione tienen que acoplarse. No es más sana la pareja que no discute, sino aquella que logra el acuerdo después del conflicto.

Ahora, hay que entender, que no todos los problemas de una relación de pareja se tienen que resolver. Gottman habla de problemas resolubles y problemas irresolubles. Los primeros serían aquellos circunstanciales que se pueden cambiar, por ejemplo la repartición de tareas en el hogar. Los segundos serían aquellos que se arrastran por largos periodos de tiempo aún cuando las circunstancias cambian. Con estos segundos, dice Gottman, no podemos esperar una resolución rápida, ni siquiera un acuerdo. Lo que si que podemos hacer es llegar al acuerdo de que estará allí y de cómo hacer para llevarlo mejor. Por ejemplo, si mi marido es despistado puedo aceptar que lo es y él puede hacer un esfuerzo por apuntarse algunas cosas. Al finalizar el día, en lugar de esperar que recuerde las cosas pendientes por decirme, le puedo preguntar yo. Podemos llegar al acuerdo de cómo hacer para llevarlo mejor, pero no sería funcional esperar que cambie para que deje de afectarnos.

Esta idea choca con el romanticismo de que la persona que te quiere, si te quiere cambiará por ti. Sería más sano, entender que se puede mejorar ciertos aspectos, aceptar la realidad y disfrutar de una relación basada en acuerdos y no tanto en una supuesta complicidad que no requiere ni palabras.

Así que, para encajar con el otro será necesario chocar y al hacerlo modificarnos. Sólo así, podremos acoplarnos. Evitando, exigiendo, reprochando, no lograremos ningún avance. Mi consejo sería apostar por un tipo de conflicto más sano. Algunas preguntas útiles son aquellas como: ¿cómo lo ves tú?, ¿cómo te sientes?, ¿qué necesitas?

Desde luego no es fácil. Es un desafío. Es más sencillo estar en sólo que en pareja. Para poder tener una relación exitosa, hay que estar dispuesto a esforzarse, a luchar y a aprender.

Espero que esto os sirva como reflexión. Para sugerencias, comentarios o preguntas, podéis escribir a institutopareja@gmail.com o visitar la web: www.ipareja.com