La sección octava de la Audiencia Provincial de Asturias, con sede en Gijón, acaba de condenar a un año de cárcel a un vecino de la ciudad acusado de cometer un delito de revelación de secretos. Los magistrados aseguran que el ahora procesado instaló un programa espía en el ordenador que utilizaba su jefe. Gracias a esa herramienta informática el imputado podía ver en todo momento los correos electrónicos del gerente de la firma para la que trabajaba.

Los hechos no fueron descubiertos hasta un año después de la instalación del virus informático, cuando el programa que utilizaba el denunciante para enviar y recibir "mails" con contenido tanto personal como profesional empezó a dar fallos. La empresa llamó entonces a un experto informático que descubrió el virus espía.

Durante el interrogatorio al que fue sometido en el juicio por estos hechos el empresario víctima de este espionaje dejó claro que en ningún momento había autorizado al empleado denunciado -que además era su sobrino-, a acceder a su ordenador.

El juez hace hincapié en su sentencia en que los correos electrónicos guardados en el ordenador del denunciante "son documentos personales amparados por el derecho a la intimidad personal y el acceso no consentido a los mismos, aunque sólo se trate de su visualización efectiva a través de un programa de acceso remoto, colma el concepto de apoderamiento".

El empresario gijonés denunciante había solicitado además al tribunal encargado del caso una indemnización de 3.000 euros alegando que la intromisión en la intimidad de su ordenador le había generado un cuadro de ansiedad. El juez que decidió sobre estos hechos asegura, sin embargo, que no se puede establecer una relación causal entre el delito cometido y las supuestas consecuencias médicas de la intromisión, por lo que rechaza conceder la indemnización solicitada.