Baloncesto

La magia de Sergio Rodríguez regresa al Real Madrid seis años después

La magia del Sergio Rodríguez regresa al Real Madrid seis años después

Sergio Rodríguez encara al azulgrana Víctor Sada durante su anterior etapa en el Real Madrid.

Sergio Rodríguez encara al azulgrana Víctor Sada durante su anterior etapa en el Real Madrid. / Archivo

Juanjo Talavante

Era un secreto a voces. O quizá, simplemente, el eco que trae de vuelta a un jugador al escenario donde hizo su mejor baloncesto y donde recuperó la sonrisa. Sergio Rodríguez (Santa Cruz de Tenerife, 12 de junio de 1986) regresa al Real Madrid para formar parte de la reconstrucción emocional de la sección. El Chacho no estará a las órdenes de Pablo Laso, quien en su día confió en él y le rescató de la zozobra, y sí a las de Chus Mateo. Juntos tratarán de conservar la inercia ganadora del actual campeón de la Liga ACB.

El Chacho aprendió a jugar al baloncesto en La Salle San Ildefonso, el colegio de su padre. En el suyo no había equipo. En esa etapa inicial es cuando se ve si hay madera en un jugador, si los pequeños disfrutan y hacen disfrutar. Se ve en la forma en que manejan el balón, en el tiro, en los pases, en la velocidad, pero también en la mirada y, sobre todo, en la personalidad que muestran en la cancha.

La repetición de los ejercicios se encargará de depurar la técnica con el tiempo, pero hay otros conceptos que se tienen o no se tienen. Y el Chacho los tenía. La insolencia, el descaro, esa chispa luego convertida en electricidad. Y la magia e incluso la genialidad, aunque sea en monodosis, aunque sea de vez en cuando, pero en esos instantes mágicos cuando un jugador hace lo que los demás nos hacen, cuando inventa, cuando crea. Y eso está al alcance de muy pocos.

Sergio Rodríguez durante un partido de la pasada temporada con el Milán.

Sergio Rodríguez durante un partido de la pasada temporada con el Milán.

A él lo llamaron pronto ‘el genio de San Cristóbal de la Laguna’. También 'Mojo Picón'. Porque Sergio siempre tuvo ritmo, salsa, y ha bailado incluso al son de cierta anarquía, saliéndose de los márgenes para convertir lo inesperado en algo convencional. Sus fogonazos de creatividad siempre compensaron con creces esos balones perdidos por exceso de ímpetu y pasión.

El Chacho debutó con Estudiantes a los 17 y un año más tarde fue el jugador revelación de la ACB. Su estilo era desgarbado, veloz. Mostraba un excelente manejo -casi malabarismo- del balón y emulaba de cuando en cuando a un tal ‘Magic’ Johnson con esos pases sin mirar que atravesaban las líneas enemigas, desconcertaban a las defensas rivales y hacían preguntarse a los aficionados en milésimas de segundos “¿qué ha hecho?, ¿por dónde ha pasado el balón?”.

El oro de Japón

En el oro del Mundial de Japón de 2006, que jugó al lado de la generación más grande de la historia del baloncesto español, el Chacho salió al rescate del equipo en las semifinales ante Argentina cuando la cosa pintaba fea y revolucionó el partido. Quizá porque Sergio Rodríguez siempre ha estado ahí para eso, para demoler lo viejo, para hacer la revolución sin necesidad siquiera de levantar barricadas, sino desde el arte, como si la cancha fuera un lienzo sobre el que va proyectando proyectiles cromáticos en forma de cambios de ritmo, de reversos, pases por la espalda y triples en la cara de un defensor que nunca llega a tiempo.

El Chacho se convirtió en el sexto jugador español en debutar en la NBA. Jugó en varios equipos y, por paradójico que pueda resultar, el conservadurismo de algunos de sus entrenadores frenó su proyección. Sergio era demasiado rápido. Y cuando la velocidad es un pecado, la penitencia se encuentra en el banquillo. Aún así, el base tinerfeño tuvo tiempo de brillar y de enfrentarse a Kobe Bryant, Shaquille O’Neal y otras leyendas.

Sergio Rodríguez y Rudy Fernández durante su etapa en Portland Trail Blazers, en 2009.

Sergio Rodríguez y Rudy Fernández durante su etapa en Portland Trail Blazers, en 2009.

Tras pasar por Portland, Sacramento y Nueva York, volvió a la capital de España en 2010 para sacarse una espina. Esta vez, en el banquillo estaba un entrenador que le iba a dar alas y libertad. Y llegaron los títulos a una velocidad de vértigo. El Real Madrid de Pablo Laso jugaba a anotar, a correr, a situar en el marcador los tres dígitos. Y ahí el Chacho se sentía como un metrónomo desbocado y convertía el parqué en un pentagrama sobre el que deslizar partituras magistrales. Ese juego 'allegro' llenaba las canchas e imantaba los triunfos. Cayó una Euroliga. Sergio lo ganó todo y, saldada la deuda con el Madrid, volvió a cruzar el charco y a remojar sus barbas otra vez en la mejor liga del mundo, la NBA.

En su debut con los Philadelphia 76ers hizo 12 puntos y repartió nueve asistencias. Después de 68 partidos, al acabar la temporada, puso rumbo de nuevo a Europa. Los rusos eran entonces los que mejor pagaban y aunque el Madrid le hubiera acogido con los brazos abiertos, la oferta del CSKA era inalcanzable para el club blanco. En Moscú, el Chacho se convirtió en el primer baloncestista español en conseguir una Euroliga con un equipo extranjero.

Reencuentro con Messina

Dos años más tarde recaló en Milán, curiosamente como petición expresa de Messina, con quien esta vez sí encajó, y donde ha logrado una Liga, dos Copas y una Supercopa. En su último partido, la afición milanesa lo despidió puesta en pie, con una gran ovación y al grito de “MVP”, galardón que se trae a España, a sus 36 años, con esa barba quizá de 'hipster', quién sabe, o quizá quijotesca, porque el Chacho ha estado acostumbrado toda su vida a enfrentarse a molinos gigantes.

Otra vez las maletas, otra vez la ilusión del trotamundos, del ya veterano director de juego que sabe leer el baloncesto entre líneas, tomar la decisión adecuada en la última jugada del encuentro y tener las agallas de jugársela, o de acabar doblando el pase cuando el crono agoniza. Otra vez un nuevo banquillo, un nuevo vestuario, pero también otra vez ese baloncesto de autor, que tan acostumbrado está a generar un "Ohhh" en las gradas, sea donde sea. En el baloncesto del Chacho poco importan las fronteras o las nacionalidades. Es lo que tiene la magia: nadie pregunta el origen de lo que sale de una chistera.

En esta nueva etapa en el club blanco, el base tinerfeño contará con menos minutos, pero quizá resulte atrevido señalar que su papel será secundario, porque… ¿quién puede atreverse a imaginar lo que va a pasar en una cancha cuando Sergio Rodríguez está en ella?