A medida que se intensifican los debates sobre las inyecciones de refuerzo, lo que se sabe sobre la duración de la inmunidad que producen las vacunas sigue sin estar claro.

Hace seis meses, el prestigioso inmunólogo Miles Davenport y sus colegas hicieron una predicción audaz basada en los resultados publicados de los ensayos de vacunas y otras fuentes de datos:

El resultado de aplicar este cálculo es que las vacunas que inicialmente ofrecían un 90% de protección contra los casos leves de la enfermedad, pasados 6 o 7 meses podrían tener solo un 70% de efectividad.

– «En ese momento sentí que estaba arriesgando un poco», dice Davenport, inmunólogo computacional de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Sydney, Australia.

Las predicciones de Davenport

Pero las predicciones de su grupo se han ido haciendo realidad.

1. Los estudios inmunológicos han documentado una disminución constante de los niveles de anticuerpos entre las personas vacunadas.

2. El seguimiento a largo plazo de los participantes en el ensayo de la vacuna ha revelado un riesgo creciente de «infección irruptiva», que es aquella que se produce en las personas completamente vacunadas.

3. Los registros de atención médica de países como Israel, Reino Unido y otros, muestran que las vacunas COVID-19 están perdiendo su fuerza, al menos cuando se trata de controlar los contagios.

Y eso que las predicciones de las que hablamos no tienen en cuenta la gran amenaza de la nueva variante Delta, que en Estados Unidos ya supone el 99% de los contagios.

Y contra Delta ya parece estar claro que los anticuerpos inducidos por la vacuna hacen un peor trabajo, si lo comparamos con la cepa original del virus.

La pregunta del millón de dólares

Como dice Davenport, lo que sigue sin estar claro, y «ya es la pregunta del millón de dólares», es:

Como explica una inmunóloga del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE. UU., «es posible que los anticuerpos ‘neutralizantes’ que pueden parar el virus no tengan mucho poder de permanencia».

Y no es tan sorprendente. En el funcionamiento de las vacunas es habitual que estos niveles se disparen poco después de la inyección, pero disminuyan rápidamente meses después.

¿Y la respuesta inmunitaria?

Por suerte, las respuestas inmunitarias celulares son más duraderas, y eso es lo que a fin de cuentas nos protege de la enfermedad.

Ambas brindan una medida adicional de protección en caso de que el SARS-CoV-2 se cuele más allá de la primera línea de defensa del cuerpo.

Un estudio considerando los tres pilares

En uno de los únicos estudios a largo plazo que consideró estos tres pilares del sistema inmunológico simultáneamente (anticuerpos, células B y células T), los investigadores encontraron que la vacunación estimulaba sobre todo la inmunidad celular duradera.

Las células B de memoria continuaron creciendo en número durante al menos seis meses, y con el tiempo iban mejorando.

Los recuentos de células T se mantuvieron relativamente estables, descendiendo solo ligeramente durante el período de estudio.

Esto significa, según el inmunólogo autor de la investigación, que el cuerpo tiene una reserva. Y que aunque los anticuerpos puedan estar disminuyendo, el sistema inmunológico sigue siendo capaz de entrar en acción.

Otra investigación, realizada por el inmunólogo Ali Ellebedy, encontró pequeñas «escuelas de terminación» de células B, llamadas centros germinales, que estaban produciendo células inmunes cada vez más potentes a medida que pasaba el tiempo.

Ellebedy y sus colegas describieron inicialmente la persistencia de estos centros germinales durante 15 semanas después de la inmunización con un pinchazo basado en ARN, lo que es más tiempo de lo que nadie había visto antes.

Pero a los seis meses «el campo de entrenamiento aún continúa», dice Ellebedy. «Es asombroso.»

¿Perdemos inmunidad?

«Si la protección contra las enfermedades se basa solo en el nivel de anticuerpos neutralizantes, y lo que estamos viendo es que esas moléculas van claramente en declive, entonces podríamos decir que sí. Que cuanto más tiempo pase, menos protegidos estaremos».

Así es cómo argumentan en Israel la necesidad de la tercera dosis, gracias a datos que han obtenido en el mes de julio.

También hay datos preliminares en Reino Unido y Qatar que parecen confirmar la experiencia israelí.

– «Existe una evidencia convincente de que la tercera dosis aumenta la protección de manera espectacular».

Y hacen referencia a una pequeña caída en la efectividad de la vacuna contra el ingreso hospitalario y la muerte. Incluso en uno de EE.UU. hablan de disminución de la protección contra infecciones.

Pero a muchos investigadores no les convencen estos datos y piden estudios más minuciosos.

Andrew Read, que estudia la evolución de las enfermedades infecciosas en la Universidad Estatal de Pensilvania asegura que:

– «Hasta el día de hoy, que sepamos, ninguna vacuna humana se ha visto completamente socavada por la resistencia, aunque sí lo han hecho muchos medicamentos antiinfecciosos», dice.

E insiste: Cuanto más reduzcamos las tasas de infección más podremos romper el ciclo de transmisión viral, Y eso también debería ayudar a mantener a raya la aparición de variantes resistentes a las vacunas.

Pero seguimos sin tener unanimidad en la ciencia y a la espera de nuevos y minuciosos estudios.