Sirve para limpiar, pero eso no quiere decir que siempre esté limpio. Es más, el cepillo de dientes es un pequeño nido de bacterias que deberíamos vigilar para evitar lo que los expertos llaman “contaminación por cepillo de dientes”.

En abril de 2014, investigadores de la Universidad de Manchester revelaron una sorprendente y repugnante verdad sobre nuestro cepillo de dientes y, más precisamente, sobre la cantidad de bacterias alojadas entre sus cerdas. Nada menos que 10 millones… o más.

Te puede interesar: ¿Cada cuántos días se deben lavar las sábanas?

Y la verdad es que no es de extrañar porque en las cerdas de un cepillo de dientes se dan todos los factores que hacen falta para favorecer el desarrollo de los gérmenes.

Lo primero porque están en los baños, con un inevitable ambiente húmedo que siempre es ideal para que se desarrollen los microbios. Y más si hace calor.

Lo segundo, y no menos importante, es que cada vez que nos limpiamos los dientes estamos pasando restos de comida, aunque sean microscópicos (que no siempre lo son) de nuestra boca a nuestro cepillo.

Y aunque al final de cada lavado lo enjuaguemos un poquito, no es suficiente.

¿Qué bacterias hay en un cepillo de dientes?

La gran mayoría de lo que encontramos son bacterias normales presentes en nuestra boca y que al lavarnos se adhieren al cepillo… sin mayor trascendencia.

Pero desgraciadamente no son las únicas. También hay muchas que pueden resultar peligrosas.

Está demostrado que en los cepillos de dientes se han encontrado bacterias como E. coli, Staphylococcus aureus o Pseudomonas aeruginosa. Y las personas con herpesvirus tipo 1 pueden dejar en el cepillo suficiente cantidad de virus como para infectar otras personas…

¿De dónde salen estos microorganismos? Pues de la boca, las manos, el vaso donde dejamos los cepillos… incluso el propio aire del baño.

En el ambiente del baño hay, por ejemplo, bacterias fecales. Cada vez que tiramos de la cadena se crean aerosoles que llegan a permanecer horas flotando en la estancia. Y alguna bacteria acabará en el cepillo.

En las cerdas de un cepillo de dientes se dan todos los factores que hacen falta para favorecer el desarrollo de los gérmenes: humedad y restos de comida (microscópicos o no).

Y no olvidemos que un objeto que nos vamos a meter en la boca debería precisar de los mejores cuidados para que esté higiénicamente limpio.

Y aunque el cepillo de dientes no es un lugar de donde procedan, a priori, enfermedades muy graves, siempre será mejor prevenir.

Y desde luego, mantener esa higiene nos podría librar de alguna diarrea o yaga indeseada.

Entonces ¿Qué debemos hacer?

Aquí van unos rápidos consejos para que no se nos olvide:

El enjuague es una tarea muy importante

El consejo parece muy obvio, pero la mayoría de las personas lo hace mal.

Después de cada uso es necesario enjuagar el cepillo con intensidad, para eliminar toda la materia orgánica posible.

Si puede ser con agua muy caliente, mejor. Así lograremos que la cantidad de bacterias y otros agentes infecciosos se reduzca drásticamente.

Otra solución posible sería limpiar el cepillo con un enjuague bucal.

Un estudio realizado con cepillos de dientes de niños ha demostrado que utilizando un spray con clorhexidina tras lavarse los dientes, se eliminan bacterias como los Streptococos de los cepillos.

Este compuesto es habitual en los enjuagues bucales normales.

Por lo tanto, tras lavarnos los dientes es muy recomendable enjuagar las cerdas frotando con agua y después dejarlo unos minutos en remojo en un vasito con enjuague bucal. Si tiene clorhexidina, mejor.

Seque el cepillo, pero no con la toalla.

Después de cepillarnos los dientes y de enjuagar el cepillo, es conveniente secarlo ya que la humedad favorece la proliferación de bacterias.

Pero, ¿Cómo hacerlo? Lo más a mano que casi seguro tendremos es una toalla, pero no es buena opción.

Tal vez pensemos que la toalla está limpia. Pero lo habitual es que esté llena de bacterias por unas sencillas razones:

– La primera, porque es un objeto que suele estar húmedo. Y como insistiremos hasta la saciedad en esta serie de artículos para la higiene del hogar, la humedad favorece el crecimiento de bacterias.

– Segundo, porque generalmente todos en casa usan la misma toalla junto al lavabo para secarse las manos, y eso le traslada más gérmenes.

– Además, al utilizar una toalla para secarnos las manos o la cara, le pasamos materia orgánica de la que se alimentan las bacterias.

– Y por último, el ambiente del baño tiene muchas bacterias flotando que acaban pegándose también a la toalla.

Estas son algunas razones por las que, si no lavamos las toallas con frecuencia, acaban teniendo un olor a húmedo muy desagradable.

Y también son buenas razones para no secar nuestro cepillo de dientes con una toalla.

La solución más sencilla podría ser utilizar papel higiénico para quitar toda la humedad posible y dejar la cabeza del cepillo al aire.

Los capuchones, sólo para ir de viaje

Una vez utilizado y secado lo mejor posible, hay que dejar que el cepillo seque del todo dejándolo al aire libre, y mejor sin capuchón.

Porque estos pequeños estuchitos para la cabeza del cepillo son buenos para ir de viaje y protegerlo en el neceser, pero es mejor no ponérselo al cepillo justo después de lavarnos los dientes.

También es importante no guardar el cepillo en el típico armario de baño, por la misma razón. Tardaría mucho en secarse y, en el proceso, las bacterias y hongos podrían proliferar.

Pensemos con lógica: Igual que a nadie se le ocurriría poner a secar la ropa dentro del armario, no lo hagamos con el cepillo de dientes.

¿Cuándo debemos cambiar de cepillo?

Algunas personas creen que el cepillo se cambia cuando ya está gastado y con las cerdas aplastadas. Cuando ya ni cepilla ni da masaje, porque no hay de dónde.

Pero los dentistas recomiendan con insistencia que hay que cambiar el cepillo como mucho cada tres meses. Y es una cifra límite, porque si lo hiciésemos cada dos, sería mucho mejor.

También nos dicen los dentistas que es muy importante renovar el cepillo si hemos estado enfermos.

Sobre todo si hemos padecido alguna enfermedad respiratoria como la gripe, la Covid o simples resfriados; Y también alguna digestiva como gastroenteritis.

La explicación lógica y sencilla de entender es que esa infección contaminará nuestro cepillo y, además de retrasar la recuperación de la enfermedad, nos podemos encontrar con que nuestro lavado de dientes lo que acaba haciendo es reinfectarnos.

Porque nosotros hemos sanado, pero seguimos metiendo microbios en la boca en cada teórica limpieza.

Evite que la punta del tubo de pasta de dientes contacte con las cerdas

Una recomendación muy fácil de cumplir, con poquito cuidado que tengamos, es que apliquemos la pasta de dientes evitando cualquier contacto entre el tubo y las cerdas.

Un dentista lo explica de una manera muy gráfica:

«Si esparce mermelada en una tostada con mantequilla, por ejemplo, es fácil que se quede mantequilla pegada en la cuchara. Y cuando volvemos a meterla en el frasco para coger más, dejaremos dentro ese residuo”.

Pues exactamente eso es lo que pasa con el tubo de pasta de dientes que utilizamos todos en la casa”.

No dejemos los cepillos con las cerdas tocándose entre sí

Seguro que en casa todos nos queremos mucho, estamos muy unidos y somos muy limpios. Pero la boca de cada uno es de cada uno, con gérmenes y microbios incluidos.

Así que para evitar contagios de cualquier tipo, es fundamental que las cerdas de los cepillos de dientes no se toquen entre sí.

Esta recomendación va acorde a la de evitar tocar la boca del tubo de pasta. Se trata de evitar que haya mucho intercambio de microorganismos entre unos y otros.

Y la mejor manera de conseguirlo es cambiar el típico vaso que hay en tantos hogares, y hacerse con uno de esos tarros que están diseñados para separar los cepillos.

De esta manera se reducirán las posibilidades de contagio de algunas molestas enfermedades, y mejoraremos nuestra higiene general.