Madrid se ha preparado deprisa y corriendo para la reunión más importante que se realiza anualmente sobre cambio climático. Las prisas vienen por la renuncia de Chile a albergarla y España, en palabras de los representantes alemanes, tiene una combinación única: capacidad e inconsciencia. España cuenta con medios técnicos y logísticos para albergar una reunión internacional de esta magnitud, pero cuenta también con suficientes dosis de inconsciencia como para aceptar el desafío con poco más de un mes de antelación, en medio de unas conflictivas elecciones generales y sin haber formado aún su propio gobierno. Yo añadiría una tercera característica de España que la hace idónea para aceptar este compromiso: es uno de los países más afectado por los impactos del cambio climático.

España debe mostrar al mundo tanto su preocupación como su potencial para mitigar y adaptarse al cambio climático y debe aprovechar para dar un paso al frente en liderazgo. La reunión, que se denomina COP25 (la conferencia vigésimo quinta de las partes firmantes del convenio de cambio climático), lleva por lema "tiempo para la acción" y pretende mejorar sustancialmente los compromisos de los 187 países que han ratificado ya el Acuerdo de Paris (alcanzado durante la COP21 en 2015) para limitar sus emisiones de gases con efecto invernadero. Esta COP25 debería servir internamente a España para aprobar lo antes posible la ambiciosa Ley de Cambio Climático que a punto estuvo de aprobarse antes de las frustrantes elecciones de abril.

Esta COP es diferente además por celebrarse bajo una presión social sin precedentes. Diversos movimientos y organizaciones, muchos de ellos liderados por jóvenes, muestran una preocupación y urgencia a escala global. Llevamos tres décadas de informes y reuniones internacionales que sólo han generado avances tibios en los compromisos políticos y económicos para revertir nuestra injerencia en el clima del planeta. La pregunta que nos hacemos todos es si tendrá lugar un milagro en Madrid. Porque hace falta poco menos que un milagro para lograr un avance audaz en los compromisos.

En París surgió una cierta magia que le dio a esa COP una dimensión histórica. Se fraguó el acuerdo que iría a remplazar el protocolo de Kioto cuando expirara en 2020. Pero, quizá lo más importante, en París se evitó imponer y se animó a que cada país hiciera su mejor contribución y su análisis más honesto de las emisiones presentes y las reducciones futuras. Esta magia se plasmó además en tres objetivos que siguen muy vigentes. ¿Permitirá la magia de París que se obre el milagro en Madrid?