Entiendo a Villa. Entiendo lo que dijo después del partido con el Sporting a pie de campo y entiendo lo que dijo en rueda de prensa ayer. Le entiendo porque me mola ver a un tipo enfadado cuando se escapa un partido que estaba ganado y le entiendo porque me da la gana entenderle, ¡qué pasa!

Con Emery no me pasa eso, quiero decir que hay veces que no puedo entenderle y hay otras veces que no me da la gana entenderle: «Villa debería saber cómo sufren los defensas para que sean ofensivos y brillen más los jugadores de ataque...». Las 18 palabras anteriores que van entre comillas las dijo Emery el pasado domingo, y no se cómo lo verá la peña, pero a mi me resulta muy extraño escuchar cómo un entrenador le replica a la estrella del equipo. Sé que hay muchas estrellas que se estrellan por ir de estrellas por la vida, pero todos sabemos que con Villa no es así. Y quizá por eso el Guaje se explicó ayer, y por eso lo que ahora no tengo tan claro es si Emery hará como hizo ayer Villa, y será capaz de dar explicación convincente de la rajada que le pegó al Guaje al que poco menos que tachó de insolidario. ¿Dirá Emery que no se expresó bien y que estaba cabreado por cómo se escapó el partido y que por eso rajó de Villa? Y ahora, dos reflexiones.

Primero; me preocupa comprobar que Emery, una vez ha dejado de lado la diplomacia sigue sin acertar en sus decisiones y que agranda los problemas que se le plantean en el vestuario en vez de solucionarlos —recuérdese Hildebrand, Helguera o Angulo—. Segundo; en lo que a un entrenador se refiere, el asunto está en que su mensaje resulte creíble para los jugadores, y en este sentido creo que hay dos tipos de entrenadores, los que llegan a los jugadores con el látigo y desde el temor/respeto que impone su figura —Mourinho o Capello— y los que llegan a sus jugadores desde la coherencia en sus decisiones y el convencimiento en lo que hacen, como Preciado o Benítez... La pregunta es, ¿en cuál de los dos grupos metemos a Emery?