Ahora que a ´estar toda la vida chupando del bote´ lo llaman tener ´servicio de vocación´, hablaremos de vocaciones verdaderas. Mi primera vocación fue ser futbolista, pero en mi pueblo no había ni equipo ni campo de fútbol y para cuando me di cuenta que aquello molaba, ya era tarde. Jugar en la calle me llenaba lo suficiente. No iba más lejos. Luego me dio por el baloncesto de forma pasajera. Una situación que tenía que ver más con lo flipantes que eran los partidos de la NBA retransmitidos por Ramón Trecet que con una pasión sincera por un deporte que si tiene ´cheerleaders´ todavía atrapa la atención de mi neurona preguntona por unos vivificantes e intensos instantes. Por otra parte, ya de pequeño se veía que lo del baloncesto no era para mi. Y ahí ando, con 36 tacos y sin haber llegado todavía a los 160 centímetros. ¡No hay manera!

Despertar

Del Valencia ya era de toda la vida porque en mi casa se ha respirado valencianismo desde siempre. Y del Valencia soy sobre todo desde que estuve en Mestalla viendo el debut de un tal Rabah Madjer. No era la primera vez que iba al viejo coliseo valencianista, pero sí la primera vez que fui con una edad que me permitió disfrutar de cada momento y recordarlo como si lo viviera en este instante. Luego llegaron Lubo Penev y Paco Roig con su manía por hacer del Valencia un equipo campeón. Con Paco el equipo no ganó nada, pero bajo mi punto de vista, cambió la historia y enganchó al personal hasta hoy. Poco después un tal Mijatovic me dio la primera y mayor decepción de mi vida futbolera, me mostró la traición y despertó en mí un sentimiento aletargado que esperaba el momento de saltar y que se ha convertido en mi orgullosa obsesión permanente, pero de la M30 hablaremos otro día, que hay más que longanizas; «ya no hay prisa por acabar lo que tanto has deseado. ¡Obsesión!».

Vosotros hacéis la ley

Ya con granos en la cara y un bigote adolescente, escuché un disco de la Polla Records que se llama ´Salve´, y todavía sigo dándole al rock, que como el fútbol, tiene un componente sensorial que si te atrapa, te atrapa para siempre. Busqué aquella vieja guitarra de la primera comunión —con una funda a cuadros—, y hoy es el día que cualquier excusa sigue siendo buena para martirizar a mi mujer. «!Delincuencia, vosotros hacéis la ley!».

La Revolución

Y con el asunto del ´papeo´ ahora me doy cuenta por qué somos tan feos, y me doy cuenta que dada mi falta de tesón y constancia, probablemente nunca hubiera sido jugador de fútbol ni guitarrista profesional. Me va más lo del periodismo, que me exige la dedicación necesaria para no desvariar al tiempo que da rienda suelta a mi imaginación. Es delante de un teclado como más realizado me siento; pensando y rajando... Se preguntarán por qué les cuento esto. Primero porque te cuento lo que vivo y busco comunicación. Segundo, porque después de estar con el Tino Costa y que me contara su vida, y después de saber qué ha tenido que hacer para jugar en el Valencia, me doy cuenta de que soy un privilegiado y él —un currante que nunca chupó del bote—, el mejor ejemplo del Valencia del que quiero escribir. Se acabó la sangre azul... «Cuando las lágrimas de los marqueses rieguen la tierra de los siervos...».