Un monumento se merece Bruno por el esfuerzo que todos intuimos que hizo la temporada pasada y que ahora conocemos en toda su dimensión. Un monumento porque todos lo hemos visto sufrir sobre el terreno de juego, pero amanece cada mañana los siete días de la semana lo que viene a significar que la tierra sigue dando vueltas sobre su eje, o lo que es lo mismo, el fútbol profesional no perdona. Ser futbolista profesional es agradecido en muchas cosas y sobre todo es agradecido porque se gana mucho dinero en poco tiempo, pero es un mundo implacable en términos competitivos. Es probable que la temporada pasada cuando Bruno forzaba y forzaba sin parar —y se infiltraba un partido tras otro— el Valencia rozara la imprudencia y lo digo desde el absoluto desconocimiento médico —no paso del neobrufen para las mañanas resaqueras—, si a eso le añadimos que ahora se ha fichado Stankevicius para jugar de lateral derecho porque Bruno sigue renqueante de su lesión de tanto forzar por el bien del equipo, podemos decir abiertamente que lo que le han hecho es una putada, ¡y de las gordas! pero es lo que hay. Lo que quiero decir es que el Valencia, de una manera u otra está obligado a hacer lo que ha hecho, es decir, a forzar a un futbolista porque necesita clasificarse para la Champions dada su delicada situación económica, y a fichar a Stankevicius si realmente duda del estado físico de Bruno. Esta historia nos deja dos reflexiones, la primera es que alguien debería explicarnos por qué Bruno dejó de jugar cuando el Valencia logró matemáticamente la Champions y todavía no estaba bien, y segundo, que ojalá todos los jugadores del Valencia tuvieran la actitud del lateral derecho catalán. Y esto lo digo con toda la mala leche del mundo por Manuel Fernandes... porque me pongo malo de pensar que por problemas económicos hemos tenido que vender a Villa y a Silva, pero al mismo tiempo el capricho del portugués nos va a costar 1,6 millones de euros limpios. Lo dicho, igualito que Bruno.