Ahora que pasado el tiempo de una manera u otra las heridas van más o menos sanando, me propongo dar mi particular versión sobre la salida de Isco sin pararme en los pormenores de los últimos meses en que club y futbolista —en este caso sus agentes— han estado negociando más de lo que el personal cree. Y no me recrearé en los propósitos o despropósitos de unos y otros —club y agentes—, porque prefiero quedarme con la esencia y no con la apariencia. Por ello, haré un futurible hipotético en el que en la medida de lo posible dejaré el caso Isco en el pasado porque eso y no otra cosa es; pasado. Pero por una vez sin que valga de precedente diré públicamente que no estoy de acuerdo con una de las canciones que más me gusta de Eskorbuto, porque el pasado ha pasado, es cierto, pero hay veces en las que por él sí hay algo que hacer.

Aunque dé la impresión de que me he puesto serio y en plan ´sentencias´, sigo para adelante y les advierto que lo que van a leer es fruto de muchas horas de reflexión sobre lo que debe hacer un equipo de fútbol con su cantera y, sobre todo, sobre qué pienso yo que debería hacer el Valencia con la suya. Ojo que es muy fácil pensarlo y luego escribirlo en un papel de periódico, pero no lo es tanto llevarlo a la práctica en un club como el Valencia, que hasta hace nada ha vivido en el filo de lo imposible acuciado por la economía. Pero pasa que yo no planifico deportivamente un club de fútbol ni tampoco soy su presidente, soy periodista, pienso y escribo. Poco más.

Empiezo por la conclusión para después meterme en harina poco a poco: el Valencia tiene que lograr una estructura deportiva interna que propicie que sus principales entrenadores —el del primer equipo y el del filial— tomen decisiones pensando en qué es mejor para el club y no en qué es mejor para sus equipos. Digo esto porque tengo la sensación de que ahora, aunque sea de manera inconsciente, los entrenadores del Valencia y del Mestalla toman decisiones que tienen que ver con los objetivos que ellos se han marcado para el equipo que entrenan, como si por encima de esos intereses no hubiera un interés del club. Pero eso no es culpa de los entrenadores, es culpa del club. Y sí, tiene mucho que ver con el hecho de que ambos entrenadores terminen contrato… pero no es sólo eso. Es algo más que eso. Ahora voy al futurible hipotético del que hablaba.

Pongamos que esta temporada al poco de comenzar en Segunda División B queda meridianamente claro que a Montoro la categoría se le queda pequeña —como quedó claro que le quedaba la Tercera División—. Y en ese lógico afán por abaratar la primera plantilla, se plantea la necesidad de que Montoro ocupe en el futuro el puesto de cuarto o quinto centrocampista que ahora ocupa Maduro, futbolista que termina contrato en 2012 y que, salvo sorpresa, no está previsto que renueve.

Vamos entonces y le decimos a Emery que ya que Maduro no va a seguir, conviene que las oportunidades que pueda tener Maduro sean para Montoro y así el canterano vaya creciendo de cara a la temporada que viene. Emery es un tipo que un día antes de renovar su actual contrato con el Valencia no tenía ni idea de que eso iba a suceder —a la renovación me refiero— y aunque sabe perfectamente que Montoro es un jugador con futuro que con algo de paciencia puede ser muy útil para el primer equipo, también sabe que un tipo como Maduro, para ocasiones de emergencia, va a dar mejor resultado; no en vano, lleva ya cinco temporadas en el Valencia y es internacional por Holanda… —para ilustrar esto basta con recordar el partido que hizo el holandés la temporada pasada en el campo del Levante—. Y cuando está en casa, Unai Emery recuerda las cornadas que recibe dentro y fuera del club cada vez que empata dos o tres partidos consecutivos, de hecho, nadie mejor que él sabe que si esta es su cuarta temporada en el Valencia es a base de golpes de autosupervivencia que todavía le hacen dudar de que vuelva renovar aunque su equipo termine tercero por detrás de Real Madrid y Barcelona por tercera temporada consecutiva. Recuérdense las palabras del presidente el día de la renovación de Unai… Llorente pedía más que un tercer puesto en la Liga y me parece hasta lógico. Llegados a este punto, como sucedió la temporada pasada con Isco, Emery podría pedir que Montoro saliese cedido a Primera o Segunda División para que juegue esos 15 o 20 partidos que de alguna manera le ´garanticen´ en el futuro el puesto de cuarto o quinto centrocampista que Maduro dejará vacante en el primer equipo.

Pero tenemos un problema, porque el Mestalla, por ejemplo, va quinto en Segunda División B y tiene serias opciones de meterse en la promoción de ascenso a Segunda… En esas, le preguntan al entrenador del Mestalla, Vicente Mir, qué le parece que Montoro vaya cedido, por ejemplo, al Levante o al Elche; equipos cercanos en los que teóricamente puede jugar y en los que el Valencia va a saber de primera mano cómo le va al chaval; si mejora día a día o si no termina de acoplarse a un equipo de superior categoría. Antes de adelantar cuál sería la decisión a tomar por Vicente Mir, conviene señalar que después de subir al Mestalla a Segunda B de manera brillante —aunque obligatoria porque con el equipo que tenía era lo que había que exigirle— el técnico de Meliana ha renovado por una temporada con opción a otra siempre y cuando el Mestalla se mantenga en la categoría de bronce… Dicho esto, lo normal es que Mir pudiera pensar que está dispuesto a perder a Montoro si se va al primer equipo, pero para que se vaya al Elche o al Levante, mejor que se quede en el filial y ayude a lograr el ascenso. Estamos en la hipótesis de que Montoro es vital para un entrenador que renueva automáticamente si logra una permanencia que, teniendo en cuenta que el equipo es quinto, no parece que vaya a tener problemas en conseguir, pero claro, es ambicioso y quiere subir de categoría; ¿quién no? Es una circunstancia lógica y comprensible.

Llegados a este punto, ¿qué le conviene al Valencia? ¿Que Montoro juegue quince partidos en el Levante o en el Elche? ¿O que el Mestalla suba a Segunda División? Si llevamos el caso a Isco, no tengo muy claro si era más importante para el club que Isco hubiera jugado esos quince partidos en un equipo profesional que de alguna manera le garantizaban una plaza en el primer equipo de Unai o que el Mestalla lograra el ascenso a Segunda B. Creo importante advertir que en el caso Isco, Emery sí pidió que fuera cedido en el pasado mercado invernal para que cuando llegase esta temporada el futbolista estuviese más hecho. Paralelamente a esto conviene recordar la importancia que tenía en ese momento para el club que el filial ascendiese a Segunda B...

Después de este aluvión de datos e ideas, me pregunto: ¿Se produciría una reunión entre el presidente, el coordinador de la secretaría técnica, el entrenador del primer equipo, el director de fútbol base y el entrenador del filial si tuviéramos caso Montoro? Si se produjera la reunión, ¿se tomaría una decisión basada en qué es lo mejor para el jugador y por lo tanto para el club? ¿O se tomaría una decisión en virtud de qué es mejor para el primer equipo o para el filial? La respuesta no es fácil y yo, desde mi humilde opinión, sólo digo que para acertar en la decisión en cuestión conviene que los que las toman no vivan al filo del resultado y del objetivo deportivo/económico, porque ello les permite tomar decisiones a medio plazo y huir de la inmediatez del corto plazo. Lo que me pregunto es, si en un club que ha estado dos años viviendo día a día al borde de la desaparición, esta bucólica teoría se puede llevar a cabo… También me pregunto si acaso no ha sido así, con empleados que viven con la necesidad de rendir de manera inmediata, como el Valencia ha evitado su desaparición… Y hasta aquí puedo leer. O escribir.

twitter.com/Carlos_bosch