No soy tan insensato como para decirle a la gente que tiene qué pensar, y ni mucho menos, qué tiene que sentir o con qué se tiene que identificar. Lo aprendí cuando descubrí de verdad a Nirvana, que pensaba que era un grupo de pijos, porque los pijos del instituto de Massamagrell de un día para otros se dejaron greñas, se ponían vaqueros rotos y zapatillas sucias y viejas, y decían que eran ´grunges´. Y yo, que llevaba toda la vida con chupa de cuero y la camiseta de los Ramones, me negaba a escuchar esos grupos porque parecía que querían quitarnos el cartel de ´Los malos del patio´.

Pues bien, años después, sin pijos metidos a rockeros de por medio, descubrí que el Kurt Cobain era un genio. Todo este rollo es para tratar de justificar que cada uno se identifica con lo que le da la gana y como le da la gana, es decir, si el Valencia lo forman de las experiencias personales de quienes lo sufren y lo disfrutan cada día, no seré yo quien les diga con quién o con qué tipo de situaciones se tienen que identificar.

Al grano: la gente se identifica con Amadeo Salvo porque interpreta que defiende al Valencia. La gente no se identificaba con Llorente porque acabó interpretando que defendía más al banco que al Valencia. La gente se identifica con Otamendi porque entiende que es un excelente futbolista y sobre todo, porque es un gladiador en el terreno de juego que nunca se rinde. La gente no se identificaba con Jonas porque parecía tener horchata y no sangre aunque nadie le negaba sus buenas cualidades para jugar a fútbol. La gente se identifica con Peter Lim porque ve en él un tipo que ha puesto dinero cuando nadie los ha puesto (Juan Soler, sí, las cosas como son), y ese dinero ha evitado que el Valencia cayera en manos de un fondo buitre. Repito, ¡de un fondo buitre! ¿Dónde quiero llegar? Muy fácil, creo en el valencianista romántico que le duele que el club esté en manos extranjeras, pero se puede medir lo que un valenciano puede hacer por la identificación de los aficionados y lo que puede hacer un tipo de Singapur. Y a los hechos me remito.

En otras palabras; ser valenciano no garantiza nada en absoluto. Y lo digo yo que después de padre, hijo y marido, me siento valenciano y valencianista. Y ´rockerillo´ barato. Ya no me identifico con nada más en esta vida. Me sobra con lo que tengo. Desconfío de quien trate de imponerme unos valores. Escuchen a su corazón. Acertarán.