Es la segunda vez en los últimos años que el Valencia CF regresa a la Liga de Campeones, esa competición que tanto nos gusta decir a los valencianistas que el fútbol nos la debe, que tanto nos ha dado y tanto nos ha quitado, y que nos tiene tan obsesionados que por ella despreciamos cualquier otra competición, que ya dijo Jesús Barrachina -que en paz descanse-, que la Champions es la Champions y a ti te encontré en la calle. Volvemos a esa competición que dicen que tanto dinero genera y que tanto necesita el Valencia, y esta vez algo me dice que no será como la anterior.

El dueño ha aprendido y eso habla bien de él. Da igual quién sea, aunque no es lo mismo Marcelino que Pako Rolling Stone Ayestaran, pero ha de dejar hacer a los ejecutivos, a los que saben de fútbol que para algo están y por algo los ha puesto. Ese es el salto infinito que ha dado Peter Lim. Entiendo que le guste lo de ir de un sitio a otro a fichar futbolistas, está en su derecho y eso lo han hecho todos los presidentes del Valencia, o al menos casi todos, y entiendo que quiera ser él quien le ponga la guinda al proyecto con el asunto Guedes, pero lo mejor que ha hecho desde que compró el equipo, -a parte de poner dinero claro-, es entender que ha de confiar en los ejecutivos, y si son Marcelino y Alemany, más. Dicho esto, les he de confesar que antes de que comenzara el partido, sabiendo de la derrota del Betis en San Mamés -que demostró ser un equipo ya saciado porque si hubiera querido se merienda al Athletic-, experimenté algo que ya casi había olvidado.

Uno se mete en sus cosas de arrejuntaletras y pasa el día cavilando sobre lo que ha dicho el entrenador, sobre lo que le cuentan de tal reunión, sobre Iago Aspas o sobre el banda izquierda que quiere Marcelino, y a veces se olvida de lo mejor que tiene el fútbol, que es vivirlo, disfrutarlo, saborearlo... Por eso ayer por la tarde sentí envidia, mucha envidia de todos aquellos que de una manera u otra me hacían saber que estaban en Villarreal felices y dispuestos a celebrar la clasificación para la Champions. ¡Yo quiero estar allí y no aquí escribiendo de Tomás Roncero y la tropa de nacionalmadridistas insoportables de pensamiento único e incapaces de ver más allá de su nariz! Y de repente, me acordé de él, ya ven, mientras imaginaba a la afición disfrutar y me moría de rabia encerrado en este maldito despacho que a veces es como mi nube azul donde todo es como yo lo he inventado, me acordé de Jaume. De nadie más. Y sonreí al imaginarlo poniéndose la peluca allá arriba... Va por ti Bonico.

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