Domingo por la mañana, estaba en casa dudando entre abrir un libro que estoy releyendo -he perdido la costumbre de comprarlos y me dedico a olisquear por las estanterías de casa a ver qué me encuentro- o marcharme a la Ciudad Deportiva a ver el juvenil del Valencia ante el Málaga en Copa del Rey. Cuando llegué a Paterna lo primero que hice fue asomar el morro por el palco para ver quién estaba y... ¡bingo! Estaba Marcelino. También Anil Murthy, Longoria y Mateu Alemany, pero me llamó la atención la presencia del entrenador un domingo por la mañana en un partido del juvenil. Y malpensado que es uno, me puse a maquinar... 'a ver si van a reunirse ahora después del partido', o 'a ver si se han reunido antes del partido', porque claro '¿qué hace Marcelino viendo al juvenil?'. Todo menos pensar con normalidad, quiero decir, todo menos pensar que es perfectamente normal que el entrenador del Valencia vea jugar al juvenil, porque si quieren reunirse, no hace falta que queden a ver el partido... ¡anda que no tienen momentos para hablar de fichajes y demás! Y entonces le pregunté al Valencia por la presencia de Marcelino en el partido del juvenil, y esta fue la respuesta que obtuve: «Lo que no debería extrañar es que seamos una familia y que estemos juntos en cosas bonitas como es un partido de juveniles competitivo, ese es el club que queremos». Oye, que a lo mejor luego se fueron de comida y decidieron el fichaje de un delantero, pero la respuesta es tan bonita que he preferido quedarme con esa versión...

Más artículos de opinión de Carlos Bosch, aquí.