Ahora resulta que Pablo Longoria es poco menos que la reencarnación de Nostre Senyor Rafa Benítez en director deportivo. Los que ahora se pelean por hacerle la pelota a cambio de dos mendrugos de pan y una medio noticia son los mismos que daban palos al Valencia criticando que lo ficharan por no haberle dado dado la oportunidad a Vicente. Hará bien Longoria en no caer en la trampa de los cantos de sirena porque ha de saber que desde hace muchos años no ha habido un director deportivo en el Valencia con una posición tan estable como la suya. Lo tiene todo a favor y ganas de trabajar no le faltan. Estar en Champions le ha dado una estabilidad al club que él, Mateu y Marcelino han de saber aprovechar. Hay un propietario que les respalda y les da autonomía interna, dentro de los problemas económicos casi endémicos del club, se respira cierta calma y firmeza financiera, y no hay guerras sociales ni enemigos del exterior que hagan que peligren sus puestos de trabajo con cambios drásticos en el proyecto. Depende de ellos tres, de su trabajo y de su acierto, que estén muchos años en el Valencia y eso es algo que pocos ejecutivos del club han podido decir en los últimos años. Llegaba la junta de accionistas y se asustaban todos porque cualquier cosa podía pasar.

Lo de Rafa Nadal

Una manera de definir a Rafa Nadal por mi parte es decir que es del Real Madrid y no me molesta para nada que gane. Alguno dirá que lo mío es enfermizo pero me da lo mismo, soy así. De hecho, el otro día hablando con un desconocido que dijo ser madridista, en cuanto le dije que soy antimadridista se puso medio tontorrón y empezó que si no entiende que se pueda ser anti algo que si patatín y que si patatón, y yo le dije, mira tío, yo soy como quiero ser, es mi libertad, no voy a ser como tú quieres que sea. Yo no te digo a ti cómo tienes que pensar y tú no me dices a mi cómo tengo que pensar. Y le añadí, «creo que se entiende fácil». Y se quedó calladito. Lo explicaré de otra manera. Me he criado en un bar y sé que en los bares se aprende mucho. Una vez había dos tipos mirando un partido de tenis, jugaba Juan Carlos Ferrero contra Michael Chang. Uno de los dos celebraba de manera ostensible los puntos que ganaba Chang, lo que provocó la reacción del otro dicéndole que Ferrero es valenciano y que por qué se alegraba de que ganara el otro y la respuesta fue perfecta: «¿Ferrero es valenciano y del Real Madrid, y yo no puedo ir con Michael Chang?». Pues eso, libertad.

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