El pasado verano me prometí a mi mismo ser tan vehemente en el aplauso al Valencia como lo había sido en la crítica de los dos últimos años. Es algo que trato de tener presente de manera constante por justicia hacia el club y por ecuanimidad periodística. Soy consciente de que es humano ser más vehemente -que es una manera bonita de decir faltón- en la crítica que en el aplauso, y tenerlo en cuenta siempre sirve para igualar decibelios y por lo tanto estar más cerca de lo justo. Y con el Valencia me gusta ser justo. Con el Real Meseta y el FC Valors me da lo mismo, no les miento. Quiero decir, que cuando estás enfadado es lógico ser más hiriente, y como lo he sido y bastante, ahora me obligo a aplaudir bien fuerte al Valencia CF por la campaña de abonos.

Les voy a ser sincero, he sido un absoluto desastre con el asunto del pase. De joven llegué a perderlo varias veces porque me lo dejaba en el bolsillo del pantalón o de cualquier chaqueta, y tras pasar por la lavadora aparecía después hecho una especie de pasta blanca en la que se intuía, por la tipografía y el color, que era el pase del Valencia. Otra vez, tras otro centrifugado, apareció como roído por un extremo hasta tal punto que solo quedaba medio pase. Aquello era la muerte para mi... Y varias veces me planté en las oficinas del club con aquella masa de papel/cartón dentro de una funda de plástico roja por un lado -o verde que algunos años llevaba la marca de una cerveza- y transparente por el otro. Recuerdo en verano hacer colas en las taquillas y cuando me lo daban lo examinaba de arriba abajo como años después sigo examinando los discos nuevos de Extremoduro en plan "es mío, mi tesoro".

Eran aquellos pases de cartón que por el borde tenían números y según el número de partido que tocaba, el señor de la puerta, con una especie de tenaza de metal, te marcaba el pase como prueba irrefutable de que habías asistido. Recuerdo siempre, minutos antes de ir hacia Mestalla, buscar el pase del Valencia desesperadamente por casa, y decirle a mi abuela Dora "iaia, on està el pase del Valencia?" y la pobre se ponía a 'estralejar' con toda la razón del mundo pero lo buscaba y lo encontraba siempre. Yo le daba un beso y le prometía que lo dejaría en el "calaix de la mesita" para no perderlo más pero no, cada partido la misma historia. Y bajaba las escaleras de casa como poseído porque sabía que el Xapí, Saborit i el Xato -que en paz descanse-, me esperaban en el bar para ir al fútbol. Premiar la fidelidad es premiar la ilusión.