Llegué al periódico todavía dándole vueltas al partido de Old Trafford cuando alguien me buscó para hablar de Jaume Ortí. No diré quién ni para qué, pero reflexionando al respecto me di cuenta de que la última vez que el FC Barcelona vino a Mestalla sirvió para que se llevara el mejor y más bonito homenaje que se le puede dar a un presidente del Valencia CF. Un partido de máxima rivalidad, Mestalla lleno y la gente con ganas de disfrutar del fútbol. ¿Qué más se le puede pedir a alguien que adoraba este deporte y a este club? Lo demás lo puso Rodrigo, cuando marcó el 1-0 después de una internada de Gayà por la izquierda. Todos nos volvimos locos de alegría, pero de la alegría de siempre, de esa que te da cuando te adelantas en el marcador en un partido grande. La misma que cuando marcó Otamendi también en Mestalla ante el Real Madrid, o cuando marcó Paco Alcácer en Almería para llevarnos a la Champions. Estallidos de emoción que aunque siempre son igual, también son diferentes. Cosas del fútbol que todo lo puede.

Pero aquel gol de Rodrigo tuvo mucho más. Lo vi por televisión y fue uno de esos momentos en que uno se acuerda perfectamente de cómo lo vivió. Sé que puede parecer exagerado, pero es como cuando te preguntan dónde estabas tú cuando lo de las torres gemelas, que todos decimos yo estaba comiendo y me llamó Pepito, o yo estaba en casa y puse la tele por casualidad y alucinaba colores... Pues yo me acuerdo perfectamente de qué hacía y dónde lo hacía cuando cayeron las dos torres gemelas, y me acuerdo perfectamente de qué hice cuando Rodrigo, después de marcarle al Barça, se fue a buscar a un recogepelotas que le dio una peluca naranja, se la puso, se arrodilló en el bendito césped de Mestalla y miró al cielo. Me acuerdo perfectamente que miraba la televisión ya sin chillar ni saltar, con la boca abierta, no daba crédito. ¿Pero qué narices hace Rodrigo, cómo puede ser tan condenadamente bendito? Fue un momento mágico que todos los valencianistas guardamos en nuestra pequeño rincón de la memoria colectiva. Una de esas situaciones que justifica tantas cosas, de esas que solo puedes entender y sobre todo, solo puedes experimentar y saborear, si de verdad tienes el bicho del valencianismo dentro, si en algún momento de tú puñetera existencia, el Valencia CF te eligió para siempre. Si mañana me preguntaran qué narices es el Valencia CF diría que es la emoción que sentí al ver a Rodrigo ponerse la peluca en memoria de Jaume Ortí mientras Mestalla se debatía entre la euforia, la lágrima y la incredulidad. Eso es el Valencia CF para mí, un instante que me alimenta durante meses o años. Una sensación íntima. Una sonrisa al acostarme y la misma sonrisa de buena mañana.

Este domingo vienen Messi y compañía a Mestalla y falta algo más de un mes para que se cumpla un año desde que Jaume nos dejó para siempre, pero algo ha cambiado para Rodrigo. Ya no es el bendito que nos hizo emocionarnos a todos. Es la tiranía del fútbol, que mandan los resultados porque son ellos los que lo hacen grande y los que posibilitan esa sensación íntima de la que escribía unas líneas atrás. Por eso siempre me pareció ventajista y hasta de muy mala leche que con la muerte de Jaume se recuperaran aquellas imágenes de los pitos de Mestalla cuando él dijo deixeume parlar. ¡Eso es fútbol! Y Jaume era presidente para lo bueno y para lo malo. Y le tocaba dar la cara. Se puede se el presidente más querido y popular que ha tenido el pueblo de Mestalla y recibir aquella bronca. Son situaciones perfectamente compatibles en el fútbol.

Pero de quién realmente quería escribir hoy es de Rodrigo, aunque por más que lo intento vuelvo a Jaume. Los resultados han convertido al futbolista que más ha emocionado al valencianismo en los últimos años -con ese gesto hacia la eternidad-, en blanco de las críticas, y aquí estoy yo, como el pastelero troskista que apoyó a Jaume después de la pitada, que era cuando había que hacerlo y no cuando ya no estaba entre nosotros. No tengo ninguna duda de Rodrigo. Bueno, rectifico, si tengo dudas de Rodrigo son futbolísticas, pero si lo piensas, es lo mejor que puedes decir de él como persona. Claro que dudo de que Rodrigo vuelva a hacer una temporada como la anterior, porque las tres primeras en el Valencia CF fueron como fueron, pero esta afirmación exige que la explique bien.

Ante la duda...

La única duda que tengo con Rodrigo es futbolística, quiero decir, dudo de que le salgan las cosas, no dudo de que no lo vaya a intentar. A este futbolista lo hemos visto desquiciado y casi acobardado porque no le salía nada, pero ni en su peor versión como jugador valencianista, nadie pudo dudar, -y de hecho nadie lo hizo- de su actitud. Nadie puede decir que no fue honesto. ¿Y a santo de qué viene esta justificación que parece casi hagiografía sobre el delantero del Valencia? Viene porque no estuvo bien en Old Trafford, porque no termina de estar bien desde que arrancó la temporada, porque tuvo reacciones extrañas en Mestalla tras el partido ante el Celta de Vigo y porque él y Marcelino fueron capaces de darle normalidad a su situación en rueda de prensa. Él dijo que reaccionó raro contra el Celta porque se enfada cuando no gana y más cuando no gana pero merece ganar. Marcelino fue más lejos, justificó con datos casi matemáticos su posible mal estado de forma, y añadió de su cosecha que todos los jugadores cuando están en el mercado o en el punto de mira de un equipo como el Real Madrid se despistan. De mi cosecha añado yo que se ponen como locos. Todos cambian a peor. Ir a la selección ayuda mucho a ese cambio, por cierto. Hace mucho que cumplí los cuarenta y todavía me acuerdo de lo de Mijatovic. Aprendí. Me sabe mal por la gente joven que pueda leer esto, pero cuando a un jugador del Valencia lo viene a buscar un equipo de estos, date por muerto. Por eso a los futbolistas no les pido amor eterno, eso es cosa de los aficionados. A los futbolistas les pido profesionalidad. Y hasta les perdono que un verano se vuelvan tontos perdidos porque la prensa de Madrid dice que lo quiere el entrenador del Real Meseta. Si hasta creo que es humano. Pero si pasa el verano y sigues en el Valencia CF porque Florentino no te ha querido fichar, has de cambiar el chip. Y yo, de un tipo que salió de la misa en que el valencianismo despedía a Jaume Ortí y se fue a comprar una peluca para hacerle un homenaje, me fío. Confío en que sabrá cambiar el chip y no pasar los días maldiciendo que perdió la oportunidad de su vida y pensando qué narices hago yo aquí pudiendo estar allí. No tengo ninguna duda de Rodrigo en ese aspecto porque lo he visto muy honrado cuando peor le han ido las cosas, jamás lo vi esconderse, ni tampoco no asumir la crítica. Ahora tiene la oportunidad de volver a poner el contador a cero, viene el Barça a Mestalla, y de manera figurada, hay una peluca esperando que marque gol. Como el día de Jaume.