Cuando sea entrenador del Valencia CF me gustará que el director general me defienda y respalde como Alemany ha defendido y respaldado a Marcelino. Y que si el equipo solo ha ganado cuatro partidos de 18 y no cumple los objetivos deportivos mínimos ni por asomo, el ultimátum que me dé el club sea que tengo que ganar a equipos como el Valladolid, el Celta o el Villarreal, dicho esto con todo el respeto para los tres, porque no es lo mismo jugarse el puesto contra ellos que jugárselo en el Wanda Metropolitano. Más claro no puede quedar que el Valencia CF no quiere despedir a Marcelino y que si lo hace será por la ley del fútbol, esa de la que no escapa ningún entrenador: los resultados. Vale que Mateu no ha sido la contundencia personificada y no ha dicho que pase lo que pase ante el Valladolid Marcelino seguirá siendo entrenador, y vale que hace un mes sí jugó a ser futurólogo con aquello de Marcelino «seguirá, seguirá y seguirá», pero dada la situación del equipo y analizado desde la posición de portavoz del Valencia CF, su rueda de prensa es excelente. Otra cosa es que si eres aficionado y estás hasta las narices de Marcelino, que los hay y los entiendo perfectamente, lo que te gustaría es que hubiera fulminado ya al técnico, pero ese es otro plano. El director general ha intentado, desde su posición, generar el mejor contexto posible para que el equipo le gane al Valladolid. Si hasta me parece significativo que haga la rueda de prensa en la Ciudad Deportiva, donde están los jugadores y el técnico, y no en Mestalla. El director general del Valencia, o sale a tirar al entrenador, o lo tiene que apoyar. Dicho esto, quiero añadir una reflexión. Durante la sesión de entrenamiento del pasado miércoles, que era a puerta cerrada, entraron algunos aficionados invitados por el club o por quien sea por la causa que sea -ahí no entro-, y quien les hizo de guía fue Voro. Con todo el respeto del mundo hacia él, la imagen en sí es dura, que sea él quien se ha de encargar de enderezar el equipo a uno le provoca cierto vértigo, y repito que a Voro habría que hacerle un monumento por lo que ha hecho en temporadas precedentes, pero esa imagen me hizo pensar si tal vez Voro ya no es el confesor o amigo de los futbolistas que está capacitado para hacerles ver que hay que tirar para adelante sea como sea. Ya no es el delegado que convive día a día con ellos, y me asusta que ahora los futbolistas lo vean como un directivo o como un ejecutivo, porque si es así, habrá perdido su principal arma para ser entrenador del Valencia CF en momentos delicados como el actual.

Más opiniones de Carlos Bosch.