Tan felices o más que los valencianistas por el sorteo de semifinales de la Copa están los béticos, así que valga esta reflexión para que nos tomemos los dos partidos con calma, con mucha pasión -con toda la pasión del mundo que para eso se inventó el fútbol-, pero con calma. Vender la piel del oso antes de cazarlo sería un error mayúsculo y el lamentable síntoma de que nada hemos aprendido del primer tramo del campeonato. Si hay algo bueno esperándonos al final de la temporada del Centenario, lo que sea, será fiel a esos cien años de historia y se logrará con mucho trabajo, sufrimiento y sacrificio. ¡Som patidors! Soy el primero que se sube a la palmera, pero este siglo de vida nos dice que cada vez que hemos querido parecernos a lo que no somos, hemos derrapado sin freno hasta chocar con la pared. Me consuela la sensación mezclada con información de que si estamos en semifinales es por el empeño de los futbolistas en eliminar al Getafe y llegar a la final. Si ellos quieren, será posible. Los últimos partidos y la manera en que se han sacado adelante nos han permitido contemplar con satisfacción el nacimiento de un EQUIPO que tiene que demostrar hasta dónde es capaz de llegar. Se ha encendido la chispa. Primero fueron los futbolistas mojándose en público por Marcelino -dijo Parejo después del empate ante el Valladolid que si la gente cree que el problema de este equipo es el entrenador «yo digo que la gente se equivoca»- y después vino el fogonazo de química en una noche épica de esas que solo se saborean en Mestalla. Fito admira las flores que crecen en la basura y tal vez estamos ante una que amenaza con ser la más hermosa del jardín, pero el día que olvide que crece entre derrotas y decepciones, perderá todo brillo. Hasta me da pánico decir que por una vez la suerte nos ha guiñado un ojo en lo que va de temporada y que tal vez sea el preludio de algo mágico, pero ya he repetido que no estoy autorizado a desvelar el secreto que '@samlost' y yo guardamos en común. Es nuestro tesoro y así será para siempre. Nos queda por delante un mes apasionante para luchar por estar en el partido más bonito del fútbol español, la final de Copa. Por ello, cometeré el atrevimiento de mandar un mensaje al valencianismo: que nadie les diga cómo tienen que celebrar, disfrutar o saborear cada instante. Que nadie les diga cuándo, cuánto o porqué se han de enfadar. Simplemente escuchen cada día el ritmo de su corazón. El mío hoy dice A-munt, A-munt, A-munt...

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