Que Anil Murthy vive su peor momento como presidente en el Valencia CF desde el punto de vista de la credibilidad y el cariño de los aficionados lo podemos sostener casi como una verdad matemática. A partir de ahí, no le queda más remedio que pedir perdón. Jamás pensé que lo haría a pesar de que es una obligación. Sus gestos en Mestalla no son de recibo y exigen una disculpa pública. Creo que servirá de bien poco. O de nada, pero si tiene alguna posibilidad de salir del pozo en el que se encuentra en cuanto a popularidad, pasa por pedir perdón. Aún así creo que es francamente difícil que remonte, pero si no pide perdón, desde un punto de vista estadístico, tiene cero posibilidades de arreglar su problema de popularidad. De momento ha dado un paso pidiendo perdón a la Agrupación de Peñas y por extensión a todos los peñistas, que son una parte significativa de los aficionados del Valencia CF pero no son todos. Anil ha de asegurarse de que pide perdón a todos. Unas palabras, un gesto en Mestalla, en el palco. Eso haría yo, hacer un gesto al estadio con el que el aficionado pueda entender que se disculpa. Dicho esto, cada uno lo tome como quiera. No seré yo quien le diga a la gente como tomarse la disculpa del presidente, que para eso ya hay demasiados. Por otra parte, si todo esto sirve para que no vuelva a pasar, si de verdad ha aprendido una lección y entiende mejor a los valencianistas, pues eso que nos hemos encontrado. Mejor no hubiese dicho ni hecho nada, pero una vez metida la pata hasta el fondo, lo mejor es aprender del error. Dime optimista. He reflexionado sobre qué lleva a Murthy a cometer el error de desafiar a Mestalla. Mi conclusión es que el origen del error está en lo que en teoría debería ser su virtud. Nadie ha tenido un poder tan absoluto en el Valencia CF como la mayoría accionarial que le da Peter Lim. Por lo tanto, ningún presidente ha tenido tantas herramientas para resistir ante el clamor popular. Antes, los presidentes necesitaban favores de todos los colores y mantenerse era un ejercicio de malabarismo. Necesitaban accionistas que les votaran y sobre todo victorias. Eso ha llevado a Meriton a tomar decisiones valientes aunque impopulares porque desde ese punto de partida, los cánticos y las protestas nada pueden hacer contra el derecho mercantil. El error es querer juntar el agua con aceite: una cosa es tener el poder para gestionar y otra creer que eso te legitima para todo cuando lo que se maneja en el fútbol es material tan sensible como los sentimientos.