Tampoco pasaría nada si un equipo como el Valencia CF va ganando en El Sadar, se queda con un jugador menos y gana el partido. O lo empata. Más allá de la expulsión, que es tan rigurosa como estúpido el gesto de Rodrigo -Jaime Latre no habría expulsado a Sergio Ramos o a Luis Suárez por lo mismo-, el partido del Valencia CF es lamentable y el equipo empieza a emitir señales extrañas. Y los futbolistas también. Por no hablar de Celades. Vamos por partes. En el minuto 60 Osasuna había rematado 20 veces a gol y el Valencia CF 2. En el minuto 80 Osasuna había rematado 15 veces entre palos y el Valencia CF 1. A partir de ahí, todo lo que digamos sobre el partido que hizo el equipo de Celades son valoraciones, pero el resumen está claro. Osasuna se merendó al Valencia CF, y lo hizo de la única manera que lo puede hacer, que no es otra que la de ser intenso, morder y presionar. Y meter balones y más balones al área para estresar a la defensa valencianista. Cosa que consiguió hasta con relativa facilidad. Y eso me preocupa porque es lo mismo que hizo el Lille. Dos partidos seguidos en los que el Valencia CF se acobarda ante la presión rival en el centro del campo y sobre todo en la salida del balón jugado desde la defensa, dos partidos en los que el rival se da cuenta de dónde le puede hacer daño.

Ya se puede mirar tranquilamente a Albert Celades y decirle que su equipo no es ni chicha ni llimoná, es decir, que ni muerde y defiende como si le fuera la vida en ello, ni juega bien a fútbol. Al contrario, su equipo se diluye como un azucarillo, acaba aculado en su propia área incapaz de sacar el balón limpiamente desde atrás y genera muy pocas ocasiones de gol. Y con esa receta es muy difícil ganar partidos. Repito, más allá de la expulsión, el Valencia CF fue incapaz de resistir en defensa y de buscarse la vida para hacer daño con uno menos. Vamos con los jugadores. Es preocupante que cada vez que sale Kondogbia el equipo mejore, pero me preocupa la sensación que dan algunos futbolistas importantes y con peso en el equipo como Parejo, Garay o GarayPaulista Dani termina entre acobardado y desquiciado. Hasta pegó un pelotazo a una valla. Ezequiel parece en otro mundo, como si no estuviera a gusto, y pegó un patadón a un balón cuando debía jugarlo. Gabriel, dada su manera de ser, enloquece y quería comerse el balón cuando lo cogió de la portería tras el 3-1... Me preocupa mucho que los futbolistas terminen desconectando, cansándose. Por cierto Celades, la intensidad se entrena, y se exige cada día. No le quites el alma a este equipo.

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