Si yo fuese aficionado del Villarreal CF no estaría nada contento hoy. El Submarino tuvo a su merced al Valencia CF pero le faltó colmillo. Dio la sensación de que nunca quiso meter la quinta marcha cuando enfrente tenía un rival físicamente agotado por el titánico esfuerzo que hizo en la Liga de Campeones días antes. A su manera, lo dijo Javi Calleja cuando terminó el partido: «Tenemos que ser más cabroncetes». Y claro, en la plantilla del Valencia CF, además de talento, hay un pundonor tremendo, que es otra manera de decir ‘cabroncetes’. Está por ver si les llega para competir en la Liga de Campeones, pero no hay que dejar de destacar y ponderar el ejemplo que está dando el vestuario del Valencia CF. De hecho, esta semana llegué a decir que tal vez estábamos ante un choque de vestuarios, uno tenía que levantarse tras el partido ante el Chelsea, y el otro venía de una especie de conjura tras la derrota ante el Celta de Vigo que suponía haber sumado solo un punto de cuatro. Pues bien, si el fútbol se pudiese resumir solo por la variable del hambre, el vestuario valencianista arrolló, y fue ahí donde se fraguó la victoria. Ganó porque puso todo lo que tenía y por narices. Tal vez sea una cuestión de gustos, pero me reitero, me sigue sin gustar que los partidos sean a tumba abierta. Mediada la segunda parte y con empate a uno, cotizaban lo mismo el 2-1 que el 1-2.

Repito, es mi opinión, y no creo que ir al intercambio de golpes sea sinónimo de ambición, pero eso es una cosa, y otra analizar el impacto de un entrenador en el partido. Y en eso, creo que Celades superó a Calleja. En el primer tiempo, cuando vio que Morlanes y Trigueros se hicieron con la pelota, cambió el dibujo del equipo, puso a Soler y Coquelin en el doble pivote con Parejo por delante. Rodrigo y Ferran pasaron a las bandas derecha e izquierda. A partir de ahí el Valencia CF pasó a dominar el juego cuando el físico se lo permitía. Por otra parte, la gestión de los esfuerzos de sus futbolistas también fue buena, y lo hizo en mitad de la tormenta. Era el día para medir muy bien a quién ponía y a quién quitaba y acertó de pleno porque logró influir en el partido para que su equipo lo ganara maximizando las pocas herramientas de que disponía.

PD: Una cosa que no me gusta del VAR. Si el árbitro se equivoca en un córner debería rearbitrarse la jugada, el VAR debería decir que NO es córner. No tiene sentido que de un córner mal señalado la jugada pueda acabar en gol, pero se anulen goles porque mucho antes ha habido, por ejemplo, una falta.