El otro día estábamos cenando y de repente mi hija pequeña, que ni le gusta el fútbol ni quiere saber nada de él, me pregunta: «¿Y tú cuando ves los partidos del Valencia CF los disfrutas o los miras como un trabajo?». Me quedé sorprendido por la pregunta y porque me lo preguntara ella, que repito que le da lo mismo el fútbol y el Valencia CF. Le dije que las dos cosas, que al final aprendes a simultanearlo pero es cierto que a veces uno echa de menos ir a Mestalla con los amigos como ha hecho toda la vida. Me preguntó eso después de que, cenando, anunciara que «mañana me voy a Mestalla con Sevilla y sus hijos, el partido es a la una, así que no comeré en casa». Ninguna dijo nada señal inequívoca de que en mi casa se puede comer, cenar y hacer de todo sin mí, pero no tengo claro si eso es bueno o malo. El caso es que con la pregunta de mi hija rebotando y rebotando en mi cabeza, fui a Mestalla en plan aficionado total. Hablando con unos y otros. Los de al lado eran un padre y un hijo que van juntos a Mestalla desde El Vergel, y charlamos de Gayà y de su campus, al que acuden muchos niños de la comarca, el de atrás no paraba de decir que en la Supercopa nos van a robar a mano armada -y no seré yo quien diga lo contrario- y coincidimos ambos en el tremendo futuro que tiene Diakhaby -«pero si tú eres el del SUPER» me dijo cuando nos despedimos-, y un policía me amenazó con tirarme de Mestalla si le volvía a «rechistar» -todo porque me dejé llevar pero esa historia la contaré otro día-. El caso es que me fui a casa tratando de encontrar la esencia de lo vivido, y llegué a una conclusión. Hacía tiempo que no recordaba un ambiente tan sano de los aficionados respecto a los futbolistas. Ojo no confundir con la animación, que tiene que ver más con el espectáculo. No digo que el ambiente en Mestalla fuese atronador como el día de la remontada ante el Getafe, digo que vi a una afición totalmente rendida a sus futbolistas, vi a gente agradecida a los jugadores porque reconoce en ellos unos tipos comprometidos y ambiciosos que pelean hasta el final. Ni uno solo reproche en todo el partido hacia ellos. Repito que no hablo de la animación ni del 'ruido', hablo de que donde antes estaba el famoso 'run run' que tantos futbolistas ha devorado incapaces de superar esa presión, ahora hay aplausos tras un fallo, ahora hay un apoyo que dice, 'tranquilo, inténtalo de nuevo que seguro que a la próxima lo haces bien'. Y sobre todo vi a unos futbolistas agradecidos a sus aficionados y dispuestos a pelear por ellos. Magia...