Más allá de lo que suceda el próximo jueves, la derrota en Suiza desnudó definitivamente al Valencia CF. La falta de coraje de una parte de la plantilla es sólo la punta del iceberg. Los problemas del club van más allá de 45 minutos vergonzosos ante un rival mermado por las bajas, de la falta de calidad del jugador de turno o del fichaje que no funciona. El análisis debe ir más allá y la reflexión debe ser más profunda. La situación del equipo es consecuencia directa de una sucesión de decisiones mal paridas durante los últimos diez años, incluso puede que más. Aquí todos son culpables, con más o menos responsabilidad dependiendo del cargo y de su influencia en las decisiones, muchas de ellas tomadas pensando poco o nada en el Valencia CF. No se escapa nadie, tampoco los políticos.

Algunas situaciones no se producen por casualidad. No se esperaba nada del ´pequeño´ rival suizo, y sin embargo ha dejado una poderosa lección de gestión deportiva e institucional. La eliminatoria enfrenta a la inestabilidad con la continuidad. El Valencia dobló la rodilla ante un club que tiene todo lo que falta o ha faltado aquí: una cultura de club con una base estable. El FC Basel representa el éxito de un modelo que perdura por encima del presidente, el entrenador o de los jugadores. Hay un armazón consolidado que lo soporta todo. El colectivo está por encima de las individualidades así en el campo como en los despachos y eso se nota. Sólo así un equipo puede tumbar a otro sobreponiéndose a un carro de bajas y a un estadio vacío. En Valencia parece imposible desarrollar un proyecto sostenible por encima de los caprichos del ególatra con palco.

Dinero y fichajazos hacen falta en Valencia, pero por encima del vino y las rosas, a los responsables del Valencia hay que exigirles -como prioridad- una estructura y un modelo sólido que inyecte personalidad y corazón al club. No hace falta irse al Borussia Dortmund o al Bayern para encontrar fuentes de inspiración. El Basilea se han convertido en un club digno de admiración gracias al mecenazgo de 50 marcas asociadas, un selecto grupo de patrocinadores (Novartis, Pirelli, Volkswagen), un modelo de gestión a la alemana, un estadio que es una maravilla, una red de ojeadores brutal y una escuela capaz de alumbrar talentos codiciados por los grandes. Las dos joyas de la corona son sus métodos de captación y la estructura de su fútbol base, en la que están absolutamente volcados. Por ahí pasa el futuro sostenible para el club. Ninguna fórmula asegura resultados en el fútbol, pero esa reduce los riesgos. Vale el ejemplo de los suizos.