Si en el fútbol imperara de verdad el sentido común, el precio de las entradas debería fijarse al terminar los partidos, en función del espectáculo presenciado. Tras lo que anoche hicieron Osasuna y Valencia, todos los que lo vimos por televisión deberíamos recibir un detalle navideño de Canal+ en concepto de indemnización y quienes acudieron al Reino de Navarra el importe abonado por las entradas multiplicado por diez „por el frío que hacía„. Porque eso de fútbol apenas tuvo el nombre y las reglas que intentaba hacer respetar el señor del silbato. ¿Y Valverde? Pues, de momento, lo mismo que Pellegrino pero con esa suerte que por no tener ni siquiera tuvo el argentino.

Puesto que en este Valencia casi nadie hace nada de lo que estipulan las funciones por las que es retribuido „generosamente, en el mayor de los casos„ se estrenó el míster lanzando un aviso a Gago. Lo debería haber hecho el presidente, remitiéndose a la cláusula de rescisión „como han hecho en Bilbao, sin ir más lejos, con futbolistas mejores que Gago„ para liquidar cualquier contingencia contractual. Pero como Llorente está más pendiente de demostrarse a sí mismo que es un genio fichando y desfichando en plan Begiristain que de hacer de presidente, cogió Valverde y se tiró al monte dejando a Gago en el banquillo „no sabemos si inducido o no a ello„. Nada que objetar si hubiese un recambio de garantías. El problema es que no lo hay. Decidió lanzarse en brazos de Albelda, que incluso se avino a recuperar brazalete. Pero Albelda ya no está para echar media carrera y los pocos servicios que presta al club suelen tener como escenario la sala de prensa y no, ni de lejos, un terreno de juego.

Y así salió la cosa. El Valencia se pasó casi todo el primer tiempo resolviendo sus problemas de creación por la vía del meteorito de Rami, que no encontraba a Albelda porque éste no se ofrecía, ni a Costa porque andaba por la izquierda, ni a Banega porque Éver, sin su amiguito del alma, no pareció entender qué le habían pedido que hiciera. El Flaco, descojonado en La Pampa mientras empezaba a intentar descifrar las tres primeras palabras del capítulo dos del manual de entrenador que no tuvo tiempo de acabar antes de venirse a este lado del charco. Cómo sería la cosa que hasta Barragán pareció bueno y todo. Es lo que tiene jugar contra equipos tipo Osasuna.

La cosa varió un ápice cuando Banega empezó a encontrar el sitio y a asociarse algo con Feghouli, que después de dos meses de no dar una a derechas „sálvese el día del Bayern„ volvió por donde solía. ¿Será que no podía ver a Pellegrino y él solito se lo cargó? Entre esos dos y Soldado, el mejor de largo, empezaron a hacer que el portero local dejase la partida de cartas que echaba con los recogepelotas. Debería Soldado jugar siempre contra exequipos. Mismo nivel de entrega „cuando él la exige a los demás lo hace con justicia porque da ejemplo„ pero sin sus numeritos marrulleros que tan poco le favorecen: no protestó al árbitro ni una vez, nada de pataditas, empujones ni cabezazos, casi ni se le vio escupir al suelo. La lástima es que el domingo volverá a las andadas.

Y aparte de todo eso, frente a un Osasuna descafeinado, lejísimos de su mejor versión y candidato firme a marcharse a segunda, el Valencia poco cambió respecto a lo visto hasta la fecha. En un día aceptable de Feghouli, creó cierto peligro por derecha. En un partido calcado a todos los disputados hasta hoy, su banda izquierda ofreció un panorama atacante desolador. Dicen que Valverde ha visionado todos los partidos del Valencia en estos días. Si su conclusión ha sido que la mejor opción para esa banda era la dupla Guardado-Piatti es bastante probable que en ese repaso se haya equivocado de temporada, de equipo o, incluso, de deporte. A estas alturas está ya bastante claro que Guardado, igual que Viera, solo fueron fichados para que el entrenador de turno tuviera alguna excusa para no poner a Bernat. En seis meses han demostrado que no desbordan ni a los muñecos hinchables de los entrenamientos. Lo de Piatti por delante del chico de la cantera ya es de chiste. Y no está la cosa para chistes, amigo Valverde.