Instalados desde hace años en el encefalograma plano, la trilogía nos trajo más disgustos que otra cosa. Y no por ser previsibles dejan de doler. Dicen que el mal no dura cien años, pero por aquí lleva más de un lustro y no parece que vaya a amainar sin alguien que dé un volantazo. El Madrid descubrió las vergüenzas de Valverde, el piropeado, que un buen día salió de Mestalla con cinco goles, un baile en toda regla y una cara de no entender que no presagia nada bueno. Si él, que está todos los días con ellos, todavía no se ha enterado de qué va la película ni de quién mete la pierna, mal lo tenemos. La Coruña, en ese contexto, se presentaba como el vaso de agua para el caminante del desierto. Del Madrid al colista media un mundo, por mucho que este Valencia, sombra triste de lo que fue, se parezca más a éste que a aquél.

El ratito de Banega

Para sombra, con todo, este pobre Deportivo. Si deberle más de 100.000 euros, como le debe Lendoiro al famoso restaurante en el que cena opíparamente cada vez que acude Mendes a colocarle algún saldo portugués, ya es grave, roza el oprobio que todo sea para conformar un equipo en el que aún tenga que jugar Manuel Pablo. Ver a esos chicos durante la primera media hora del partido correr, como pollos sin cabeza, a tres o cuatro metros de sus rivales hizo levantar de sus tumbonas a Bebeto, Fran y Mauro Silva y frotarse las manos al pobre y zarandeado valencianista, que se las prometía felices. Banega, al que la conjunción astral ayer le indicaba que tenía que ponerle empeño al menos un ratito, se aprovechó como nadie de que sus iguales blanquiazules no tenían ganas ni intención de molestarle y destrozó una y otra vez la línea defensiva enemiga. Pero qué dura es la vida más allá de Soldado. Valdez puso la guinda al decálogo de razones que lo tienen en el banquillo y Piatti demostró que si juega es por el estricto capricho de su entrenador. Aranzubía volvió a sus veinte años.

Ni un alarde

Sin comerlo ni beberlo se encontró el Depor por delante obra y gracia de Riki, lo único salvable de un conjunto al que no hay por dónde coger. Se pinchó entonces el globo, desapareció Banega, volvió el viejo tremendismo y a Valverde, ese otro genio, le dio por sacar a Viera a resolver. Doctores tiene la Iglesia y entrenadores el mundo. La cosa pintaba color hormiga, o txingurri como mejor guste, hasta que un chico del Depor, descontento con la victoria de su equipo, decidió solicitar al árbitro la expulsión. Con uno más, salió Bernat „de otro modo, ni por asomo„, del que hablaremos más abajo, y, mal que bien se fue inclinando el campo. Hubo que esperar al descuento para que Costa enmendara el error de marca que cometió en el primer gol del Depor. Hasta ahí, ni un solo alarde. Un equipo en la misma línea pseudoaguerrida, intermitente e insustancial con la que ha conseguido imponerse a casi todo lo que no se llame Real Madrid en esta nueva y poco ilusionante etapa. Fue armarse el rival atrás con cierto orden y desaparecer cualquier invitación al fútbol, venirse abajo Banega, incapaz de correr con decoro más de unos cuantos minutos, y desaparecer cualquier vestigio de creatividad en el centro del campo. Se fio casi todo a Bernat porque la casualidad quiso que por allí apareciera el chaval. Otra victoria sin brillo ante un colista merecido para engañar a la estadística.

El caso Bernat

Empieza a oler mal el tema de Juan Bernat. No creo que haya que haber estudiado filosofía futbolística en Cambridge para percibir que el chico tiene bastante más cualidades para triunfar en el Valencia que unos cuantos que desperdician oportunidad tras oportunidad a la espera de ese partido que dé la razón a su entrenador. Lo de anoche sorprendió a extraños, pero no hizo sino reafirmar a los propios, que no tenemos dudas de que algo raro „repito lo escrito aquí hace pocos días„ está pasando. Si Valverde no explica por qué este chico calienta banquillo o grada mientras Piatti no da una a derechas, Viera pide a gritos una cesión sin retorno y Guardado confunde lado con fondo, tendremos que concluir que hay razones que se escapan a lo futbolístico. Y entonces apuntar hacia otro lado. El mismo lugar que seguramente explica por qué sigue jugando Diego Alves, que ayer se tragó un segundo gol del Depor que pudo ser definitivo, mientras Guaita lo mira de lejos. Lo bueno del asunto será que si Bernat acaba triunfando, obligado a jugar porque los otros se empecinan en hacerlo todo mal, habrá más de una lumbrera que dirá que fue Valverde quien lo descubrió y apostó por él. Ya pasó con Emery y Guaita, así que al tiempo.