El eco de las campanas retumbaba en las calles desiertas de la ciudad desde hacía varios domingos. Las bolas de heno rodaban por los caminos polvorientos. En un duelo bajo el sol, Salvo desenfundó la estilográfica para firmar el finiquito. Braulio no desenfundó€ todavía. Es la crónica de una destitución anunciada. Dependiendo de cómo vengan las cosas es posible que peleen por la cuantía, o a lo mejor su estilo post-valenciam es otro. Al fin y al cabo, no le han reubicado en puestos de menor relevancia, lo que quizá nos habría ahorrado pasta: en el fútbol, a diferencia del Far West, la víctima es la que cobra la recompensa. En cualquier caso, Salvo ha ejecutado a la primera de cambio la voluntad pseudo-popular que clamaba una ejecución pública, y como el soniquete de la grada coincidía quizá con su convicción más profunda, decidió dar circo al pueblo, a falta de pan.

Hay algo rústico, profundamente arcaico en la conducta social del fútbol, probablemente de los pocos elementos en los tiempos que corren que conecta profundamente con la conducta de masas de culturas primitivas. Todo parece una película del oeste. O mejor aún: ¡de romanos! El César y su cohorte de acólitos, en tribuna, observando a los gladiadores y atendiendo de reojo el runrún de la grada. Cuando la marabunta ruge, hasta el César traga saliva, y si encima el Coliseo no es suyo y ni tan siquiera le pertenece la felpa del asiento, aún es más receptivo al clamor popular. Sabe que además tiene que rendir cuentas al Senado (léase entidad bancaria). Por tanto, Salvo ha dado al pueblo una cabeza, pero deberá reponerla con un candidato certero, porque hoy por hoy en los equipos el verdadero escudo es el director deportivo, el único eslabón entre las corbatas y los chándales.

Firmes, ¡ar!

El problema es que la solución puede servir únicamente a largo plazo, siempre y cuando Rufete o quien sea acierte con la tecla y tenga cubos para cubrir las goteras de una casa con tantas grietas. Pero a corto plazo la única posibilidad que existe es que Djukic encuentre de una vez por todas los protocolos de oratoria y juego que permitan a sus gladiadores luchar con regularidad frente a los leones, con el fin último de que los leones no se lo merienden a él. Claro que, para poder dar el callo, los jugadores deberían estar en la mejor forma posible. Y yo, sin saber nada de planificación deportiva, sólo percibo que, a veces, cuando veo a los chicos correr se les ve el resuello, llegan justitos a las jugadas, van una marchita más lenta que los demás equipos, excepción hecha del día del Getafe. ¿Y qué decir de la lista de lesionados? Tenemos a la virulé a unos cuantos. Me recuerda a los tiempos en los que hice la mili en Bétera: la madrugada que tocaban maniobras, cuando nos disponíamos en formación, echabas un vistazo a la enfermería y aquello parecía La Vaquilla de Berlanga: el que no cojeaba llevaba la cabeza vendada. Y tú te decías: «Madre mía, cómo está el servicio». Eso sí, para irse a casa el viernes se recuperaban a velocidad de vértigo.

Piatti & Canales

A todo esto, el jueves hubo Europa League y nos destapamos con una primicia: ¡somos capaces de remontar un resultado adverso! ¿Cómo se te queda el cuerpo? Bien es cierto que Europa no es lo que era, ni económica ni futbolísticamente, y que en Suiza el partido se antojaba un trámite más sencillo que jugar contra el colista de la Liga, pero lo cierto es que, tal y como están las cosas, toda piedra hace pared, y dos ladrillos del muro destacaron positivamente: Piatti, un jugador del que no esperábamos mucho, no tanto por sus cualidades sino porque no pasaba mucho por aquí; y Canales, que parece llevar gasolina diesel, pero que ya se ha entonado con un golazo de esos que tú y yo sólo hemos marcado en el sueño de una modorra de verano.

Donde dije digo

En realidad lo único que nos marea un poco son los cambios de criterio: Piatti no aceptó ir donde al club le interesaba en verano y sufrió sutiles indirectas para recapacitar (pequeños detallitos como perder su dorsal o excluirle de la gira), Jonas era nuestro salvador y ahora está en el limbo (le cambiaron en el ´69), y Alcácer (que salió por Jonas en ese minuto tan cachondete) ha cumplido cuando ha jugado, pero necesita jugar más minutos para más cumplir. Lo mismo le pasa a Míchel. No me gusta jugar a entrenador, ni entro ni salgo en rotaciones. Sólo me llama la atención que ahora mismo cualquiera puede ser el bueno o el villano de la película, y de alineación en alineación te da la sensación de que hay un vacío espacio-temporal, que te perdiste el último episodio, que entre semana ha pasado algo y tú no te has coscado. Está bien, se admite que no cuenten los motivos, pero luego que no pongan cara de póker cuando analizamos nuestra ignorancia. La información es la mejor manera de evitar la elucubración.