No es que los terrenos de juego se hayan quedado sin césped o pasto, como dicen allende los mares, sino que a la vista de la multitud de incidentes que, en las últimas semanas, se han producido en el fútbol, o se pone coto o los jugadores se quedarán solos con el árbitro y demás oficiales. Y es que en Roma se han sufrido enfrentamientos desagradables entre los ´aficionados´ de Feyenoord y de la Roma, con heridos por doquier y arrestados, sobre todo del lado holandés. La batalla campal en la Piazza Spagna fue de órdago y todos los monumentos de alrededor y no tanto, como la Fontana di Trevi fueron asaltados con toda la basura imaginable, como botellines, latas y demás.

La vuelta no fue mejor y ya se anunciaba unos días antes del rencuentro entre los hinchas de ambos equipos, los de Rotterdam estaban inundando las redes sociales con mensajes sobre lo que les iban a hacer a los romanistas. Desde meros insultos, aunque ya decir mero significa que rebajamos el nivel, por lo que diré mejor los denigrantes insultos hasta la promesa de muerte a quienes vinieran a los Países Bajos para apoyar a la Roma, un sinfín de absurdos y lamentables llamamientos que no dejan bien parado al fútbol.

Digo el fútbol, porque parece que le ha dado como una gripe salvaje a nuestro balompié. Así, también en Egipto, hace un par de semanas, se tuvo que volver a parar la liga faraona porque se liaron a palos hinchas y policías en un partido de Zamalek contra el Enppi. La puerta, pequeña ésta, que había abierto el gobierno y la liga egipcia se volvió a cerrar por unos cuantos o no tan cuantos aficionados. Muertos, heridos y arrestados fue el balance trágico pero la federación ha prometido que se iba a reanudar la competición, si bien, otra vez a puerta cerrada. No acaban de entender esos hooligans que se están quitando su fútbol de los labios, ¿o es que no les gusta el deporte y sí la guerra que supone ser de uno u otro equipo?

Eso debemos concluir por lo que parece, ya que no se entiende que uno quiera privarse de algo que adora. Casi frente por frente del mediterráneo, otro enorme incidente ocurrió en el partido clave por excelencia, el Panathinaikos-Olympiacos de la liga griega. El partido, con 2-1 para el Pana, tuvo que pararse y otra gran batalla campal se puso en marcha. Y el nuevo partido en el poder, Syriza, que no tiene nada más que hacer que pensar en el fútbol, con la Unión Europea jugando al gato y al ratón, cortó por lo sano, en la gran tradición helena de Alejandro el Magno: un gran tajo al nudo gordiano del balompié y los aficionados sin Liga, desde primera a tercera división.

Para colmo, los ejemplos no son aleccionadores y los presidentes de esos dos clubes se enzarzaron a golpes solo unos días después, en una reunión de la liga. Pero no nos debe de extrañar en estos pagos, porque en marzo de 1996, Jesús Gil le pegó un guantazo al gerente del Compostela y a su presidente, Fidalgo y Caneda. Por lo tanto, pocos ejemplos podemos dar aquí.

Sin embargo, todos estos sucesos en poco tiempo, añadidos a los cánticos de unos cuantos denominados ´béticos´, apoyando a un jugador acusado de un delito, sea éste o no machista, nos lleva a pensar que no estamos lejos del Pan y Circo de la época romana y parece que no solo no avanzamos en ese campo sino que retrocedemos a épocas pretéritas.

¿Qué hacer entonces? Obviamente debe existir una parte sancionadora, pero también otra educadora. La primera debe castigar a quienes incumplen y son violentos y, se me ocurre porque algunas federaciones lo han puesto en práctica ya, el impedir que hinchas contrarios, de equipos que hayan cometido alguna de las salvajadas que hemos visto, viajen y que se vendan entradas para éstos. En Argentina ha bajado en un cierto grado los problemas con esa medida.

También se debería vender las entradas con la identificación de quien es el receptor, como se hace en Italia para los partidos de competiciones UEFA o como la Liga Rusa lo lleva haciendo, para controlar a los violentos cuando se vea dónde se desarrollan los incidentes. Las cámaras que están proliferando en los campos ayudarán también a reconocer a quienes estén detrás de estos actos, vandálicos o de cualquier otra índole violenta. El cierre parcial de campos, en vez del total, duele a quienes han incumplido las normas, pero no castiga a los demás que sí la cumplen en el resto del estadio. Esto se está haciendo con mucha frecuencia en las competiciones UEFA, tanto de clubes como de naciones y con éxito, aunque para ver su alcance final habrá que esperar unas temporadas. En fin, mucho tomate todavía...

Recomiendo, como punto final, el libro del escritor peruano Santiago Roncagliolo, ´La pena máxima´, que tiene como hilo argumental los partidos del Mundial de Argentina 1978, con una trama sobre la violencia, pero ésta no deportiva.