Salió el Valencia bien parado de un encuentro en el que no compareció hasta el último cuarto de hora. Hasta entonces, aún lejos de su mejor versión, sólo el Atlético buscó la victoria. Lo hizo a trancas y barrancas porque le falta un punto de inspiración y porque su rival anoche no le anduvo a la zaga en taco, pierna y empujón. En una noche difícil, no se arrugó el Valencia. Pero le faltó el fútbol que derrochó a raudales en el partido de la primera vuelta. Seguramente porque su entrenador, erróneamente una vez más, creyó que podía ganarle la partida a Simeone poniéndose a su altura. Y en la guerra de guerrillas, el Atlético nunca pierde.

Lo normal y lo corriente

Apostó Nuno por el once que se impuso a la Real Sociedad. No es normal, pero sí corriente en el portugués, que no parece todavía haber calibrado el potencial de los diferentes equipos que componen nuestra Liga. Inasequible a la crítica, sigue convencido de que Piatti y Feghouli son la piedra angular del club, además de futbolistas para enfrentar a cualquier rival, llámese Almería en Mestalla o Atlético en el Calderón. Optó, además, por dejar a Gomes en el banquillo. El Atlético jamás prescindirá de Arda en una gran cita, pero Espírito Santo se permite el lujo de sentar a André en el Calderón. Y pasó lo que tenía que pasar. Completamente desconectado del juego, el Valencia se pasó una hora y cuarto limitándose a defender. Anulados sus extremos, a los que no les alcanza, ni de lejos, para partidos de este calibre, apenas se vieron algunos detalles de un Parejo al que nunca dieron un solo metro los perros de presa rojiblancos. Nunca tuvo la ayuda de Pérez, que volvió a naufragar estrepitosamente por mucho que haya conquistado ya amores facilones como el de Tito Bau. Sin brillo, pero sin pausa, el Atlético fue poniendo cerco a la portería de Alves. Una falta aquí, un saque de esquina allá, un gota a gota más propio del fútbol americano que del nuestro apenas salpicado por alguna cabalgada de Gayà, el valencianista más destacado anoche y la antítesis de aquellos que desaparecen en las grandes ocasiones. En una de esas faltas hallaron los de casa el error que buscaban. Torres, el mejor delantero de largo en el partido, se impuso en el salto a Gayà -¿dónde estaba Otamendi, señor Espírito Santo?- y Koke aprovechó que Feghouli, que debería haber barrido la frontal, estaba en su catatonia habitual para poner por delante a quienes hasta ese momento más habían buscado el gol. Tenía el Atleti el partido donde más le gustaba y la noche no pintaba nada bien.

Sin novedades

Cambió la segunda mitad tanto como decidió cambiar Nuno. Es decir, nada. Sin salida de balón, seguía el Valencia abusando del pelotazo largo para un Negredo cuyo desempeño quedó en evidencia al compararlo con el del Niño. Donde éste era choque, raza e intención, el nueve del Valencia sólo presentaba malas caras. Donde uno convertía melones en una ensalada de frutas, el otro presentaba su dimisión. En medio del desconcierto y de ese fútbol enredado, Thiago mandó al larguero otro servicio desde la esquina. A nadie habría sorprendido que los locales finiquitaran el partido. Y así se llegó al último cuarto de hora. Comenzaron a cambiar las tornas con la salida de Rodrigo, que no fue el de aquellos lejanos comienzos, pero tampoco fue Feghouli porque eso hay que entrenarlo desde pequeñito. Y, casualidad o no, acabaron de arreglarse con la entrada al campo de Gomes. Colaboraron de manera necesaria Moyá, que se comió el gol del empate, volviendo a demostrar que la gran diferencia entre el Atlético de hoy con el de hace un año no está en Costa sino en Courtois, y el fondo físico, muy superior en los visitantes después de largos años de travesía del desierto.

El tercer puesto

Así las cosas, sigue el Valencia en liza por la tercera plaza, que no es desdeñable. No lo es, además, a poco que se repase el partido de anoche y se extienda el análisis al conjunto de la Liga. Competir por la misma con el fútbol que se ha desplegado puede generar tanta ilusión como uno quiera, pero no tiene sustento racional. Sacar a colación la época de Benítez y el fútbol que se practicaba o se dejaba de practicar olvida, entre otros detalles menores, que por entonces no había un tal Messi en el Barcelona o un Cristiano Ronaldo en el Real Madrid. Y que para saltarles por encima hace falta un equipo sólido, curtido y de calidad como ha conseguido montar el Atlético, dirigido por un tipo avispado y sin un solo resquicio para la duda como Simeone. El Valencia no tiene ni aquello -aunque esté en camino- ni desde luego esto -...-.