Es día de partido en el Ciutat. La atención se centra sobre el balón y los 22 protagonistas de ambos equipos. Como todas las jornadas, decenas de periodistas se acreditan para atestiguar, segundo a segundo, qué es lo que ocurre durante la contienda. Cada movimiento, cada grito, cada silencio, tendrá una repercusión global gracias a la expansión de la televisión e internet. Un efecto multiplicador que convierte a Orriols durante 90 minutos en una de las capitales deportivas del mundo.

Es día de partido en el Ciutat. Despejados los tornos de acceso una vez rueda el esférico, un grupo de niños y adolescentes del barrio se agolpan a las puertas del estadio. Para sus familias pagar por una entrada de un partido de fútbol es un lujo imposible. Pero los chavales no se resignan; buscan cualquier recoveco desde el que intuir una carrera, escuchar el sonido de un golpeo de balón, o compartir el grito de éxtasis de la grada con el gol.

Orriols Convive

Un muro invisible atraviesa Orriols. Un mismo espacio en el que conviven dos realidades opuestas. De un lado, traspasos y sueldos millonarios, y al otro, una de las barriadas de Valencia con mayor conflictividad social: paro desorbitado (más del 40%), desahucios, y la consiguiente exclusión del sistema.

Hay quien no baja los brazos. Es el caso de Orriols Convive, una asociación que, gracias a la implicación de sus voluntarios y al apoyo de los vecinos, consigue arrojar algo de esperanza y alegría a decenas de familias. Su sede -presidida por una bandera granota- es el centro donde tienen lugar sus actividades, con una especial atención a los más pequeños, a través de la realización de talleres de dibujo, radio y clases de español para familias extranjeras.

Su lucha diaria por la integración y contra la intolerancia es encomiable. Todo ello sin recibir ni un euro de dinero público, pese a que la corporación municipal anterior, y la actual, prometieron apoyarles sufragando los costes del local.

Referente social

Durante los últimos años, el Levante se ha convertido en una entidad referente en el aspecto social, ayudando a visibilizar a colectivos desfavorecidos y a normalizar su situación. Sería ingenuo pensar que un club de fútbol puede sustituir la responsabilidad de los poderes públicos, pero no debemos de resignarnos y caer presos de la indiferencia con la realidad más cercana y directa que nos rodea. No permitamos que el muro seamos nosotros mismos. El altavoz de un equipo de Primera División es muy potente: Usémoslo para denunciar las injusticias, y poner en valor causas que merecen la pena.

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