Había que ser un aficionado muy valiente para afrontar puntualmente este año el comienzo de la temporada de Fórmula 1. En primer lugar había que sacar la cartera para seguir las retransmisiones, porque lo del «todo gratis» se ha acabado definitivamente en televisión. Además, había que tomar dosis extra de café para empalmar la Cremà valenciana con la salida en el Albert Park. Y todo había que hacerlo aguantando la sonrisa confiada del campeón Hamilton, quien tras dominar todas las sesiones de entrenamientos y clasificación, amenazaba con ganar holgadamente, como siempre.

La «ensalada de cambios de reglamento» de la FIA, entre los que está el nuevo y ya «difunto» sistema de eliminación en clasificación, de poco sirvió para igualar fuerzas entre los rivales. Sin embargo, la limitación en el uso del embrague en la salida, impuesta por la Federación, sí propició que los Ferrari arrancaran volando y superaran a los Mercedes. El hasta entonces sonriente Hamilton se hundió hasta la sexta plaza. Lewis suplicó por radio a su equipo un cambio de estrategia, ya que no podía adelantar. Pero las también nuevas reglas prohibían a los ingenieros de Mercedes dar pistas al piloto inglés para «jugar» con los ajustes del volante y obtener así alguna ventaja.

Todo apuntaba a que por fin Ferrari iba a romper el dominio de los Mercedes. Pero el espeluznante accidente de Fernando Alonso con Gutiérrez y la bandera roja lo trastocaron todo. La carrera se neutralizó, Vettel perdió su ventaja y los de Mercedes se la jugaron montando el neumático medio: eso les sirvió para ahorrar una parada en boxes y conseguir así, una vez más, el doblete.

El cambio de escenario en el domino de la Fórmula 1 que prometía la fulgurante salida de los Ferrari se frustró: tal vez sin esa bandera roja que detuvo la carrera y el tiempo y permitió reaccionar a los de la estrella, Vettel hubiera ganado. Además, el abandono de Raikkonen deja a los de Mercedes copando los primeros puestos en el mundial de pilotos y alejados del resto en el de constructores. Como escribió el filósofo Aritóteles, ´la virtud estuvo en el medio´.

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