¡Qué calor! ¡Qué asco! Como no se puede luchar contra esto, el sentimiento que se instala en el interior de uno es de aburrimiento y rendición. El bochorno continuado durante más de una semana a más de treinta grados provoca cansancio, y el cansancio, apatía. La apatía, sueño. El sueño, entumecimiento. Ello genera la necesidad de refrescarse. Sirve un baño en la piscina pero también, y mucho, un pachanguita televisada. Claro que si te pones ante la tele y ves la del sábado contra el Crystal Palace te dan ganas de volver a echarte otra siesta, porque es peor el remedio que la enfermedad. Entiendo las críticas, pero la cosa no es para tanto. Peor le fue al Barça. A estas alturas, una semana o dos de ventaja en la preparación física genera diferencias equivalentes a dos categorías.

Wickman

En el partidito que se cascó el Valencia CF hay una mezcla de chapuza defensiva y mala suerte ofensiva. El primer gol fue virtud del delantero rival, Wickman. Su espuelazo es perfecto. Vale, reconozco que Orban se resbala y cae a la piscina. ¡Pero al menos intenta meter la cabeza! Luego, Alcácer tuvo un par de ocasiones imperdonables. Y en el minuto 37 los ingleses con los colores del Levante UD marcaron en lo que el narrador del partido en directo en SUPER acertó en definir como una «anormalidad defensiva» de CanceloSUPER, que pasaba cojeando por allí. Si ya el hecho me pareció de auténtica falta de picardía —si eres defensa y estás lesionado, ¡al suelo!—me preocupó muchísimo más la actitud contemplativa de los jugadores en el penalti. Ryan se marca un paradón y cuando el rechace le cae a Wickman de nuevo los nuestros están aún en la parada del autobús.

Penalti gol

En la segunda parte Parejo tuvo un libre directo que casi le redime y Fuego hacía aguas. Pero lo mejor fue el penalti de Aderllan Santos. ¡Qué sutileza! Me recordó a aquellos cortometrajes de Goofy haciendo deporte en los que se simulaba la repetición de la jugada a cámara lenta para detectar lo que el ojo no ve. Fue tan aparatoso que en el patio del colegio se podría negociar que «penalti gol es gol», porque el atropello es tan descarado que ya debería valer como gol en contra. En el colmo del desaguisado, tuvimos una melé en la línea de gol contraria digna de videos de primera. Entre Rodrigo y Nani la sacaron. Después, eso sí, golazo de Valderrama. Desde un prisma desapasionado, fue un partido muy divertido. Me divierte ver cómo el locutor de televisión va loco intentando saber quién es quién, y sustituye los nombres de los jugadores menos conocidos por onomatopeyas.

¡Centrales!

Como rato de comedia fue divertido. Como proyecto de temporada, muy preocupante. A saber, los defensas buenos no juegan porque se quieren ir, y los que se quieren quedar no nos sirven. Hacen falta dos centrales de nivel absolutamente superlativo, si es que Mustafi se lagruilla. Y Orban, Santos o quien quiera que sea, para foguearse minutos. La culpa no es de ellos. Es simplemente que un equipo como el Valencia CF es un devorador de talentos si no se administran en las dosis adecuadas. Y si bien es cierto que García Pitarch no puede hacer milagros en tiempo récord, también lo es que muchos advertimos este problema hace ya un año, tras la marcha de Otamendi. En estos tiempos ya no existen duros por cuatro pesetas. Si el Valencia encaja cero goles, se puede permitir el lujo de ganar los partidos metiendo simplemente uno. Pero no puede ser que seamos un colador. Ya advertimos el año pasado que Mestalla fue un dónut, no un fortín.

Valores

La semana también dio para mucho con el caso Parejo. Al final el jugador pidió perdón. Si es que eso de declararse en rebeldía sólo les sale bien —hasta ahora—a los jugadores en los que pone el ojo Florentino. Pero aquí hay una cosa que se llaman valores y que quiere decir, así, mal y pronto, que no todo vale. El Sevilla se retiró de la puja. «Nosotros siempre hemos actuado bien porque no me gusta hacer lo que no me gusta que me hagan a mí», dijo Monchi. Y me la apunto. Sabido es que su equipo no es santo de mi devoción, pero chapeau para el director deportivo de los hispalenses. Les debemos una. Lo del jugador no era sólo una cuestión de falta de respeto a los demás, hinchas, compañeros y club, sino a sí mismo. Aunque le caerá la pitada —no creo que se salve del día de la presentación—cerremos filas y que agua pasada no mueva molino.

Cien metros

Lo que sucede es que, después de lo de los centrales, haría falta saber si con lo que hay en el centro del campo nos basta o sigue faltando alguien que encienda la chispa. Sigo echando de menos a alguien que rompa líneas, que desborde con pases en diagonal. Me canso de ver el fútbol horizontal, de lado a lado, pasándose unos a otros la pelota sin encontrar huecos, o cuando se encuentran dando pases erróneos y provocando contragolpes. Me canso de perder. El fútbol hace mucho tiempo que no me da alegrías. Las Olimpiadas son buenas para echar horas en la mecedora con un caliqueño, mientras uno espera que llegue la final de los cien metros lisos. Como fichemos a dos centrales y a un crack en la medular, internacionales con sus selecciones, la marca de Bolt se quedará corta con la mía por la Avenida de Aragón.

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