Me parece que con Garay hemos fichado algo más que un jugador. Su físico, su conducta, su entorno, su forma de hablar, conllevan la conclusión de que estamos ante un ejemplo de estrella balompédica, de esas que da de comer a todo el que hable de ella más allá de sus méritos en un campo de hierba. Y me parece bien. En estos tiempos, no hay nada peor que pasar desapercibido. Sólo se habla de dos equipos, y lo que es peor, de dos jugadores. Machaconamente. Por eso, que el video de la mujer del jugador haya rulado por las redes me alegra sobremanera. Generalmente no presto atención a ningún factor que no sea deportivo. Pero el video tiene esa lectura. Porque, antes de leer las palabras del jugador, cuando lo vi pensé: Qué contentos están. ¡Qué frío debe de hacer en Rusia! Estos viene con ganas de quedarse. Así que€ Benvinguts (¡y que dure, para bien!)

¿Comprensión?

En estos tiempos en los que parece que los futbolistas salen por patas ante cualquier oferta que no suponga indefectiblemente el canto de sirena de una competición europea, que jugadores como el argentino o Mangala lleguen a la institución no pasa desapercibido para la hipersensible afición, que ve cómo el murciélago del escudo viste de azulgrana en estos momentos. La foto del cromo no pega ni con cola, parece Photoshop, pero habrá que ir acostumbrándose. Hay que tener cuidado con lo que se desea porque se te puede cumplir. Alcácer deseaba ser el líder del equipo de su tierra, y lo consiguió. Luego, el deseo lógico en la cadena de ambición es fichar por un club que aspirara a todo. Ahí lo tiene. Lo peor es que su despedida fue gélida: el tono profiláctico y las formas asépticas. «La gente tiene que entender las decisiones de los demás y respetarlas», dijo en video editado. Difiero: lo gente lo único que puede hacer es aceptarlas. Con el debido respeto, y porque no queda más remedio. Pero ni un gramo más.

No entiendo

Yo en la vida hay muchas cosas que no entiendo. Entiendo que un señor de Portugal, de Albacete o de Montenegro -fíjense lo que digo- no sienta como propios los colores de un club por el que acaba de fichar. Faltaría más. Pero no es tan entendible que el jugador emblema se sirva a sí mismo en bandeja cuando oye al Barça. No entiendo que Layhoon, la presidenta, donde dijo digo diga Diego. No entiendo que el club se contradiga. No entiendo que no se dé una rueda de prensa para despedir al jugador y se le proteja del mal trago. No entiendo el proyecto. No entiendo el negocio. No entiendo el plan. No entiendo los ritmos. No entiendo que se empiece el lío sin el mercado cerrado. No entiendo qué ha cambiado desde la era pre-Meriton. Sólo sé que la única manera de remar es no mirar atrás. ¿Qué ahora el ´9´ es Munir? Ni en mis sueños más estrambóticos lo habría pensado. Ahora, para mí es el mejor ´9´, aunque ni siquiera sea un ´9´. Tampoco esto lo entiendo, pero es así.

Desastre

No entiendo el parón de partidos de selecciones tras la segunda jornada. Antes era después de la primera, así que algo hemos avanzado. Bueno, en realidad hemos avanzado el momento de comenzar la Liga, en pleno agosto. Tampoco lo entiendo. No entiendo que perdamos y mi equipo se crea la mentira de que ha jugado bien porque señores profesionales del fútbol confundan jugar con atacar y obvien defender. No entiendo que tengamos tres porteros titulares. No entiendo lo que pasó con Jaume. No entiendo que se pretendiera colocar a Alves por edad, cuando a los 31 años un portero está en la flor (más bien suena a tratar de disminuir riesgos tras su lesión). La lista de cosas que muchos no entendemos daría para empapelar el Cap i Casal, así que concluiré manifestando que no entiendo cómo un desastre así funciona y sigue siendo el negocio que es. Por desastre me refiero al fútbol en general, y al Valencia en particular, claro. Al menos en el cine puedes decidir si vas a ver una que acabe en boda o en la que la palme hasta el apuntador.

Marketing

Lo que falta en el mundo, y en el fútbol ahora más que nunca, es amor. Suena cursi, pero estamos en un callejón sin salida. El aficionado ama a su club, y por extensión ama a sus jugadores. Y cuando les coges cariño, ¡zasca! Te abandonan. El club te dice cosas que no son verdad. Te pide la paciencia que ni sus propios jugadores tienen. Y en éstos, el romanticismo brilla por su ausencia. Yo entiendo que el mundo funciona así, pero la única manera de luchar contra ello es generar valor de marca. Y por mucho director de marketing que haya, la mejor forma de generarlo es ganar partidos. El mejor marketing está en ganar. O sea, el director de marketing, en realidad, es Pako Ayestaran en estos momentos. El día que gane diez partidos seguidos -¡diez, ojo, uno tras otro!- se acabarán las crisis, los malos rollos, empezaremos a molestar arriba y los jugadores se lo pensarán dos veces. Hasta entonces, todo son idas y venidas. Todo son romances rotos.

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