A este Valencia le cuesta un mundo ganar partidos. Perdida la frescura y alegría de sus inicios, no hay rival que no ponga en marcha un eficaz remedio contra sus menguantes bazas ofensivas. Se parece, salvando ya pocas distancias, al equipo que Nuno consiguió meter en Champions a trancas y barrancas. Ya en aquel entonces la afición se frotaba las manos después de seis o siete partidos espectaculares, en los que André Gomes nos asombraba y hasta Rodrigo parecía un futbolista de otro nivel. Para convertirse después en un mero acumulador de puntos aliado con la fortuna y sustentado sobre el rendimiento excepcional en defensa y ataque del General Otamendi.

La estrella solitaria

El Otamendi de antaño es hoy Guedes. Ajeno al desplome de buena parte de sus compañeros, el joven portugués no conoce el desaliento. Ayer maltrató de tal manera a su marcador, Maffeo, que su entrenador se vio obligado a reemplazarlo. Lo que hace unos meses no pudo hacer Messi, reconvertido con el paso del tiempo en un eficiente administrador de recursos ya no ilimitados, lo realizó sin contemplaciones Guedes. Ausente Zaza, él fue lo único que le funcionó ayer a su equipo en ataque, la estrella solitaria que es capaz de acompañar el empeño, innegable en sus compañeros, con el buen desempeño. Su capacidad para el desborde en el uno contra uno es asombrosa, rara avis en un hábitat en el que Rodrigo y Mina se manejan con extremas dificultades. Su energía es, además, contagiosa. Siempre puede pasar algo cuando tiene el balón Guedes.

Alevines

El Gerona no tardó ni diez minutos en ponerse por delante. Lo hizo tras una buena acción de Mojica y Portu, doblemente sonrojante para los locales. Porque Mojica, que se zafó de Vidal como si estuviera enfrentando a un alevín, dejó en evidencia también a Gayà poniendo un centro preciso y potente, de esos que el lateral valenciano parece no conocer de su existencia. El Valencia tiene un gran problema en sus costados. Vidal, como ya quedó aquí dicho, es la única razón por la que un Montoya calamitoso sigue ejerciendo sus funciones como si tal cosa. Su nivel, como el de Gil, ni mucho menos se acerca al mínimo exigible en primera división. Otro tanto hay que decir de los centros de Gayà, meros globos colocados sin fuerza, ni ton ni son a la cabeza de los defensas rivales. Con delanteros tan inofensivos como los que alineó ayer Marcelino, el papel ofensivo de los laterales se convierte en fundamental. Pero no se les vio por ninguna parte. Sin capacidad de desborde por las alas, el juego ofensivo del equipo fue un embudo permanente que terminaba indefectiblemente a pies de los defensas catalanes.

Llueve sobre mojado

Para redondear la faena, ni Gabriel, sobre todo él, ni Garay tuvieron una noche para la historia. En más de una ocasión descuidaron la marca en despistes impropios de su calidad. Portu, delantero de los que a nadie gusta marcar y que uno no se explica qué hace en Gerona cuando aquí tenemos al dúo calavera Mina-Rodrigo desde hace un trienio, remató solo en el gol visitante y bien pudo anotar Stuani a poco del final. A la falta de inspiración atacante, se unió, y llueve sobre mojado, en la tarde de ayer un desajuste defensivo que nunca vimos a principios de temporada. Tres puntos muy trabajados, por tanto, en uno de esos días en los que la afición acaba pidiendo la hora y que deberían servir de base para volver a la senda que parece ya ganada por la maleza.