No creo que a estas alturas, tres años y medio después de su llegada a nuestra Liga, exista un solo lector de Súper que no tenga perfectamente calado a Vietto. Tras una primera temporada en el Villarreal en la que anotó doce tantos -nada para pasar a los anales pero suficiente para que Cerezo le echara el lazo-, sus pasos por Atlético de Madrid y Sevilla han sido pura decepción. De ahí el escepticismo con el que la afición valencianista ha recibido su fichaje. Mezclado, eso sí, con la esperanza de que Marcelino, ese chamán al que todo lo fiamos, sea capaz de volver a sacarle aquel brillo que a pinceladas dejó en la capital de la cerámica. Anoche, cosas del fútbol que aquí nos tienen, dio un recital en Mestalla. Con los matices que a continuación desgranaremos, pero recital al fin y al cabo.

No pudo tener mejor rival el argentino que la pobre Unión Deportiva de Tito Bau. Difícil, por no decir imposible, le va a ser a Jémez recuperar a este enfermo terminal, doliente de decisiones deportivas tan delirantes como las contrataciones para su banquillo primero de Pako Ayestarán -¿por su curriculum?- y últimamente de un señor argentino que no había entrenado ni a un equipo de alevines -la Liga, lógicamente, les dio el alto en este último caso-. De momento, el sello del excelente entrenador andaluz no se ve por ninguna parte. Los canarios fueron un once descosido, indolente, cansado y deprimido. Su defensa, el carrusel de disparates más grandes que pueda imaginarse. La medicina perfecta para que el Valencia recuperase un poco de esa autoestima que había perdido de un tiempo a esta parte y para que Vietto entrara con la mejor de las bendiciones en el once titular.

No tiene, es cierto, el argentino muchas de las cualidades que gustan en Mestalla. Ni es rápido ni una fiera en el cuerpo a cuerpo o la presión alta. Tampoco se ha caracterizado por ser un killer de aquellos que te mata cuando menos te lo esperas. Y sin embargo€Y sin embargo, después de años de ver evolucionar por esa zona a Rodrigo y Mina, ya cualquier cosita sirve para que uno alce una ceja. Vietto tiene, al menos, toque, una mínima porción de esa clase que debe caracterizar a un delantero del Valencia y que nunca hemos visto en Rodrigo ni en Mina. De ahí que Marcelino, que de tonto no tiene un pelo, haya optado por Vietto. El gol y la garra ya la tienen en un Zaza que anoche, otra vez, dejó detalles de auténtica figura. Ahora lo que busca es un tipo que no desperdicie una y otra vez cada jugada de ataque que pasa por sus pies. Ocho, diez goles ya le sirven al asturiano con Vietto, siempre que sepa asociarse bien con el italiano y devolverle el balón al hueco a Guedes cuando toca y no dos segundos tarde. En Villarreal más o menos lo consiguió, veremos si aquí también.

Meritorio, en todo caso, el partido de un Valencia que dispuso de un torrente de ocasiones de gol. A reseñar el partido de Pereira, un chico que en las grandes ocasiones tiende a empequeñecerse pero que ante rivales de corte menor demuestra que calidad le sobra para estar ahí. Son legión los futbolistas que se han quedado precisamente en eso y unos pocos los que consiguen dar el salto de calidad necesario para trascender. Pereira es joven y sólo el tiempo nos dirá cómo acaba, probablemente ya lejos de aquí. Sólido, como casi siempre, Lato. Terminará por delante de Gayà más pronto que tarde, por mucho que los palmeros de este último sean norma y no excepción. Maksimovic, entronizado por ese gol en el que el portero canario cantó la Bohème y parte de la Traviatta, nos enseñó, entre otras cosas, lo buenísimo que es Soler. Carlos, te echamos de menos.