Los menos jóvenes se acordarán del famoso "penalti y expulsión" del asistente Rafa Guerrero, en un Zaragoza-Barcelona allá por el año 1996, al que contestó su jefe, el árbitro principal Mejuto González, con el casi tan repetido: "Rafa, no me jodas". En nuestro caso, no se trata de un penalti pero sí de una expulsión, que el árbitro francés Tony Chapron decretó contra el jugador Diego Carlos, en un muy reciente partido entre su equipo, el Nantes y el Paris Saint-Germain, que acabó con la victoria in extremis de los parisinos.

El tal Tony, que ya dio que hablar en otros partidos, como veremos, cayó al suelo cuando Diego Carlos volvía corriendo hacia su portería y tropezó con el árbitro. Éste, sin solución de continuidad, y nada más tocar el césped, se revolvió y le pegó una patada de kick-boxing al pobre jugador del Nantes, que no se lo creía. A renglón seguido, el árbitro lo expulsó con amarilla tras amarilla, por entender que le había agredido el futbolista y la protesta subsiguiente le consiguió la roja. Todo en unos segundos de locura que nadie se creía. Solo hace falta ver el video y escuchar a los atónitos periodistas que comentaban el partido.

Pero, a la vista de las imágenes, más que evidentes, uno se da cuenta de que Tony Chapron se revuelve conscientemente para dar una patada ´vengativa´ contra lo que creyó que era una agresión. Aquí ya entra en juego lo que un árbitro ha de reclamar para sí mismo, como lo hace para los jugadores: tranquilidad. Y esa no la tuvo Tony, soltando una patada a lo Van Damme que bien le podía haber valido un punto si se hubiera tratado de un combate pero se equivocó de escenario€

El árbitro ha sido suspendido indefinidamente y hasta que se reúna la comisión disciplinaria de la liga, con el fin de ver qué sanción se le impone, porque sanción habrá, eso no lo duden. Ahora bien, Tony ha visto las orejas al lobo y quedándole ya poco para jubilarse de árbitro, no querrá acabar con su carrera de forma tan drástica, sin arbitrar nunca más. Por ello, enseguida ha puesto en marcha su campaña defensiva y ha publicado un comunicado que es interesante analizar. Dice el trencilla que pide perdón, lo que estaría bien si se hubiera quedado ahí, sin más, pero sigue intentando excusarse, con un "fue un movimiento torpe e inapropiado, ya que sentí un dolor agudo en una lesión reciente y por ello, en un mal reflejo extendí la pierna".

Bien, si eso fue así, ya se ha auto-inhabilitado para siempre, en vez de defenderse, porque ha dado excusas para que los jugadores -que tienen la obligación de refrenarse, pero el árbitro aún más- que "sientan un dolor agudo" tras la entrada de un contario se abalancen sobre él y le agredan. Monsieur Chapron, ¡cuánto error de cálculo entonces, en caliente, pero más aún ahora, en frío! Abierta la veda ´Chaproniana´, todos y cada uno de los futbolistas verán excusas plausibles en sus actos y creo que el pobre Tony ha cavado su tumba con estas palabras. Un simple lo siento hubiera bastado, pero todos tenemos tendencia a intentar justificarnos. Sin embargo, por escrito y con la mente sosegada, no se puede cometer ese basto error.

Ya hizo de las suyas

Además, el árbitro francés ya hizo de las suyas allá en 2010 contra el Valencia en un partido contra el Brujas, en el que machacó al equipo che y expulsó al bueno de Silva, que no ha vuelto a ver una roja desde entonces. También sufrieron sus pocas luces arbitrales el Athletic y el Sevilla, sin contar equipos franceses en su liga. En definitiva pocas luces de Tony que, para más inri, es profesor. Menudos alumnos saldrán de sus clases.

Lo cierto es que los árbitros tienen un deber aún mayor de transmitir tranquilidad y de evitar violencias, porque si no lanzan el mensaje tanto a los jugadores como a los aficionados de que todo vale. Y esta semana, violenta como pocas en el fútbol español, parece casi una consecuencia del acto inicuo del señor Chapron.

¡Qué ejemplo para todos! Esperemos que la sanción sea adecuada y que no le tiemble la mano a la comisión disciplinaria francesa porque será la muestra de lo que el fútbol espera de sus componentes arbitrales.

Y, para quitarnos el mal sabor de boca, por qué no intentarlo con el libro del valenciano Martí Domínguez, ´L´assassí que estimava els llibres´.

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