Partamos de una base inatacable: cada cual ve el fútbol como le da la gana y lo vive como le apetece. La libertad de expresión es sagrada. Nos ha costado siglos de lucha y muchos muertos alcanzarla como para ponerle ahora matices. La gente va a un campo de fútbol y, siempre que no se adentre en el chabacano y barriobajero insulto, puede pitar a quien le apetezca, jalear al que crea que lo merece o asistir indiferente a cuanto le pongan delante. Uno puede incluso considerar que Messi no es el mejor futbolista del planeta y no pasa nada. Pero de ahí a aplaudir la actitud de una afición, por soberana que sea, media un trecho que, al menos en este rincón, no vamos nunca a recorrer.

Aquí nos colgamos las medallas justas. Metemos la pata tanto o más que los otros, pero no transigimos con las medias verdades. Cuando allá por el mes de mayo del año pasado desde el Valencia CF se filtró que Parejo podía abandonar el club, por ahí arriba titulé, literalmente: «Todo empieza y acaba en Parejo». Y no por una inclinación personal hacia este futbolista, instrucciones de una pitonisa o capricho pasajero. Decía, y ratifico ahora, que Parejo había sido el mejor futbolista del Valencia del último lustro con insultante diferencia, además del de mayor calidad técnica de la actual plantilla y aquel cuyo reemplazo iba a resultar más complicado. Nada que no se haya contado en estas páginas semana a semana desde hace años. Contra viento y marea, incluso en estos tiempos en los que aquí todo el mundo parece aceptar que es Marcelino quien ha destapado al gran Parejo, en lugar de poner énfasis en que por fin el madrileño tiene junto a él a futbolistas con quienes combinar más allá de lo poco que pudo coincidir con Soler la temporada pasada.

Lo que no decía y digo ahora sin complejos es que considero que una parte del público de Mestalla se ensañó con él sin justificación alguna. Y no me vale, como dice Carlos Bosch, como excusa absolutoria que el equipo fuera mal y el club todavía peor. Yo he estado en Mestalla y he oído pitos para Parejo y aplausos para Feghouli. Sí, para Feghouli, un tío que en Mestalla echó tres carreras como pollo sin cabeza y se marchó como vino, sin levantar medio gramo de entusiasmo. Y para Piatti. Y no se ha pitado a Javi Fuego. Y se han oído aplausos para Tino Costa. Como en su día los oí para Miguel Brito mientras traqueteaba hacia atrás con la lengua por el suelo después de una carrerita en ataque y toda una noche bebiéndose hasta el agua de los jarrones. Para Parejo, más pitos que aplausos, así de claro. Porque simplemente no le entra por los ojos a una parte de la afición. Está en su derecho. Yo creo que está equivocada, que Parejo es un tipo que tiene días peores y mejores pero nunca se esconde. Otros no lo consideran así. Pero no entreguemos cheques de buenismo que no hacen falta. Basta con contar las cosas como son y reconocer que cada cual tiene sus manías. A mí no me gusta Rodrigo y sigo empeñado en que lo suyo es un resurgir pasajero tras años y años de no dar una a derechas. El tiempo ha puesto a Parejo en su sitio y espero que me ponga a mí en el mío con respecto a Rodrigo.