Se acabó, después de ocho días en las montañas de Suiza recogemos los trastos con la maleta llena de buenas sensaciones, con la calma que otorga ver que por fin el Valencia CF ha cogido la senda de la seriedad y con la esperanza y optimismo de que Crans-Montana haya sido el inicio de una temporada histórica por ser el centenario del club y ojalá porque sea el curso de volver a ser campeones.

Pertenezco a esa generación de valencianistas que se criaron con los goles de Penev y Fernando, que derramamos las primeras lágrimas en la final del agua ante el Depor y que nos quitamos los complejos en junio del 99 al ritmo de Piojo, Mendieta y 'probe Migue'. Crecí viendo al Valencia CF hacerse gigante con Ranieri, Cúper y Benítez y todos ellos instauraron un modelo de juego que con sus variantes estaba basado en una defensa numantina y un equipo que corría mucho a la contra. Ese modelo, al menos el de ser fuertes en defensa, debería ser delito intentar volver a cambiarlo para cualquier inquilino del banquillo local de Mestalla. El doblete nos hizo tener el morro muy fino y eso es algo que siempre le he dicho a los miembros del doblete que he tenido la suerte de conocer y que en mi adolescencia fueron mis dioses. Aquel Valencia CF, el de aquella etapa de los títulos, puso el listón fuera de nuestra realidad, que no es ganar títulos todos los años y nos hizo perder el norte y todavía seguimos pagando los errores que se cometieron para intentar competir con los grandes perdiendo la esencia del Valencia CF y ejecutando un modelo de club que nunca hemos sido.

Al borde del abismo

Por suerte, cuando Meriton estaba al borde del abismo y tenía al club cerca de convertirse en una medianía de la Liga española acertó con la elección de Mateu Alemany y Mateu acertó con la decisión más importante que tenía que tomar nada más llegar que era elegir al entrenador. Marcelino García Toral le ha cambiado el pulso al club, le ha insuflado una estabilidad deportiva que no se recordaba desde hace muchos años y la clasificación para la Champions va a permitir al club apostar deportivamente y volver a arriesgar económicamente con la intención de asentarse de nuevo entre los más grandes de España. Porque ese, y no otro, es el objetivo del que se ha hablado esta semana en Suiza. Con prudencia, con un discurso público muy medido pero con una ambición interna que ha fijado el objetivo en competir y ganar esta temporada a cualquiera.Manda al bloque

Seguramente los dos, Alemany y Marcelino, buscan un Valencia CF parecido a lo que ellos han conocido como rivales. Un equipo poderoso, donde el bloque predomine por encima de las individualidades, un estadio lleno y temible y una ambición desmedida en el vestuario por morder la tostada que estos años sólo se reparten Real Madrid, Barcelona y Atlético. No suelo ser muy de elogiar a los futbolistas, para eso ya tienen a muchos palmeros que les regalan los oídos en privado y en público, pero la verdad es que esta semana en Suiza he visto un magnífico ambiente entre los futbolistas y también entre los futbolistas y el amplio cuerpo técnico. Y es verdad que eso no garantiza nada, pero no es menos cierto que al equipo da gusto verlo competir hasta en los entrenes diarios. Todos quieren, todos van, todos empujan y Marcelino es un absoluto líder que argumenta su éxito simplemente viéndolo entrenar media hora. Lo controla todo y a todos, todos creen en él y el que no cree, porque alguno tiene que haber que no esté convencido, entrena como si creyera en el modelo. Predecir el futuro es imposible para mi pero tengo la certeza de que este equipo va a rendir a un nivel muy alto esta temporada y que si el año pasado disfrutamos con lo que vimos, este año vamos a disfrutar por dos. El VCF-Marcelino 2.0 ya está en marcha y el equipo quiere más velocidad, más goles, más físico y más victorias. Ojalá en Suiza se haya puesto la primera piedra de un camino que acabe con la ciudad patas arriba y celebrando de nuevo un título. Ese es mi sueño de verano, y de invierno.

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