Buen partido, disputado a golpe de pulmón. Esta Liga empieza para el Valencia a todo trapo. Y si contra el Atlético fue de menos a más, ayer ocurrió todo lo contrario. Enfrente, eso sí, el mejor Español que uno recuerda en tiempo. Purgado el fútbol plúmbeo y cerrojero de Quique, los de Barcelona combinaron un despliegue agresivo con un excelente trato de balón. Pudo ganar cualquiera y lo hizo el que no cometió errores de principiante.

Poco que ofrecer

Mandó el Valencia durante un buen rato. Lo hizo tirando del manual de su entrenador, presionando arriba, adelantando líneas, dando carrete a Soler. Pero había un problema: a quien más veíamos era a Kondogbia. Y cuando eso sucede, malo si lo que quieres es ganar. Ni en ese momento de efervescencia blanca ni mucho menos después consiguió el equipo imponer su calidad en la zona decisiva. Se llegaba, sí, pero más por genio y empuje que por ser mejor que el rival. Wass y Mina son, en definitiva, futbolistas de relleno porque hay que tener veintitantos en una plantilla, pero difícilmente van a hacerte mejor que el Español. Ayer desde luego quedaron nuevamente retratados y dejaron todo lo que pudiera suceder a los pies de un Parejo al que siempre le cuesta arrancar las temporadas y de Rodrigo, claro. Los laterales siguen siendo una nulidad en ataque. Poca cosa para embolsar tres puntos.

Regalos en bandeja

Se igualó el partido cuando los chicos de Rubi empezaron a tocar. Tienen gente para ello y en muchas fases parecieron mejor situados en el campo. Han perdido en punta a Gerard pero se han hecho con un morlaco bien armado, Iglesias, que viene de Segunda pero pelea como si llevara toda la vida en este negocio. Mal ajustado en el medio, el equipo dejaba demasiados caminos directos a Neto. Hubo fogonazos en forma de aviso. Pero el partido se rompió por la torpeza de dos defensas, recién fichados para mayor preocupación. Primero Diakhaby, que le pone un entusiasmo enorme defendiendo agachado como si estuviera jugando en los Lakers, colocó un brazo para protegerse el pecho -ni siquiera la cara- en un disparo frontal. Una acción pueril que le retrata como un tipo de arrestos limitados: inimaginable pensar en Ayala u Otamendi tapándose de esa manera. Antes muerto que cobarde. Es joven pero la gallardía se trae desde la cuna. Y luego Piccini, que seguramente es ya el peor defensa en la historia del Valencia: dos partidos oficiales disputados y dos goles concedidos penosamente al rival. La torpeza de un delantero te condena a la vulgaridad, pero la de un defensa te hace perder el partido, así de simple. Tienen una semana para ir fichando a otro lateral derecho porque la estadística es demoledora, las señales todavía peores y la alternativa -Vezo-, como para echarse a temblar.

Caras nuevas

Seguramente ha llegado para Marcelino el momento de agitar un poco el árbol. Lo de poner a Wass y dejar a Ferran en el banquillo es difícilmente comprensible, ni siquiera siguiendo esa curiosa política de premios -no sabemos a qué, será a su temporada en el Celta- que ha dado el protagonismo al danés. Parece, además, llegado el momento de que los fichajes de arriba -los de atrás, casi mejor que se queden en la grada- se pongan en marcha. El equipo sigue compitiendo y no hizo ni mucho menos un mal partido. Pero con lo del año pasado menos Guedes y Zaza es evidente que vas a sufrir para ganar y a terminar perdiendo a poco que Piccini vuelva a hacer una de las suyas. Hora de ver cosas nuevas, por tanto, y de dejar de regalar puntos.