Ahora que parece que solo se habla del fair play financiero, eso que impide que fichen o que jueguen competiciones los equipos que no cumplen con las normas económicas, parece que nos olvidamos de que estamos en un deporte y que, aún más importante que ese, lo es el fair play deportivo, la esencia misma del juego.

Viene a cuenta porque en los últimos campeonatos del mundo de piragüismo, uno de nuestros representantes, Javier Hernanz, se quejaba con razón de que un adversario noruego se había saltado la última boya del largo K1-5000 metros, una especie de mini-maratón porque quien haya hecho remo sabe lo duro que es.

La queja, que recogió la federación española con el fin de intentar lograr la medalla de bronce que, por ética, se correspondía a Hernanz, no estaba clara, a pesar de que algún juez había visto la maniobra ilegal del nórdico. Sin embargo, el director técnico del equipo noruego dijo públicamente que su deportista se había saltado las reglas y que la medalla correspondía al Hernanz.

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Después, el propio palista de aquél país reconoció el fraude y, no obstante haber subido al tercer cajón, admitía que el español era merecedor de su medalla. Es una pena que no lo hubiera hecho en el mismo momento de llegar y nos hubiéramos evitado el bochorno de una entrega de medallas con un estafador deportivo.

Pero, bien está lo que bien acaba y parece que la federación internacional dará el bronce a Javier Hernanz, aunque, como en los casos de dopaje, no habrá tenido ocasión de ser agasajado en el podio. Tarde, pero no demasiado, se va a hacer justicia deportiva porque alguien ha tenido el fair play suficiente para reconocer un error deportivo que no podría obtener réditos.

VAR

Y es lo mismo con el VAR, que parece que hasta la renuente UEFA va a implantar la temporada que viene. Porque, en las pocas jornadas que lleva la liga española, nos hemos ya desayunado, comido y cenado con distintas opciones de VAR que han demostrado goles no válidos, fueras de juego como la copa de un pino, etc€ que, antes, no se podía ver, por casi imposible, por el ojo humano.

Nadie está poniendo el grito al cielo por el uso del VAR, un fair play deportivo de la mano de la tecnología, pero tampoco podemos, como hace Arturo Vidal, decir que el Real Madrid tendría dos Champions menos con el VAR. Él, como el Bayern de Múnich, tiene poco que cantar, porque otras opciones de VAR les hubieran perjudicado.

Lo que hay que hacer es vivir con su tiempo y si antes había solo tres árbitros pues sin duda algunas cosas se le habrán escapado y, ahora, el VAR nos dará justicia, pero no se puede aplicar a los partidos en los que no existía.

Lo que sí le pediría a Vidal, como a la todos los demás deportistas, es que, VAR o no VAR, fueran lo suficientemente fair play como para, cuando exista un fraude deportivo en un partido, lo denunciaran y evitar así un penalti, una falta, un canasta o lo que fuera. No todo va a ser remo y noruegos€

Sin embargo, aún a pesar del entusiasmo con el que comencé este artículo, me doy cuenta que la competitividad y el dinero que se juega, cada vez más, no va a ayudar a ser más deportivos, empezando por el dopaje que, a la vista de los casos está, no solo no decrece sino que aumenta.

No es lugar éste para hablar en profundidad de lo que es el dopaje y de por qué se ha de prohibir, aunque algunos requieren que haya barra libre para todos, entendiendo que si todos se dopan, al final ganará siempre el mejor. No es esa la cuestión, sino también de salud y de ética deportiva.

De eso, de ética, es de lo que el fair play se refiere y, al ahora que empezarán pronto las clases, quizá en esas horas de gimnasio o de estadios, donde los estudiantes están más o menos mejorando su físico, pudiera esconderse algunos minutos para comentar estos casos donde atletas reconocen sus errores e, incluso, pierden medallas. Y, finalmente, hablando del Norte, no se pierdan la última novela de Camilla Lackberg, «La Bruja», un libro para acabar la playa de este verano.