Los ingleses nos han parecido siempre partidarios de su historia, de su especificidad (no hace falta recordar lo que les costó entrar en la Unión Europea y su salida con el Brexit) pero la constante era que no se podían tocar sus elementos más emblemáticos. El té de las cinco, el Grand National, Wimbledon y el blanco inmaculado de sus camisetas, etc? y, entre ellos, parecía que el estadio de Wembley era también un tótem inamovible.

Bien es cierto que se cambió totalmente y que el nuevo no tiene nada que ver con el antiguo, pero seguía siendo Wembley. Sin embargo, puede que pronto haya cambio revolucionarios en el viejo/nuevo estadio emblemático de Londres. Así, el empresario pakistaní-americano Sahid Khan, un multimillonario al que, al parecer, le gusta mucho el deporte, está en la línea de salida (y casi de llegada) para comprarlo.

Khan es el dueño de un equipo de fútbol, el Fulham, también londinense, pero no quiere Wembley para que jueguen ahí, sino que le parece una inversión interesante para sus múltiples proyectos. Y es que es el propietario de los Jacksonville Jaguars, un equipo de la NFL, el fútbol americano y, como sabemos, ya se han jugado partidos de aquél campeonato en Europa.

Al igual que la Liga española quiere expandirse y plantea que el famoso partido Girona-Barcelona de la segunda vuelta se juegue en los Estados Unidos (Miami, según se dice), los de la NFL llevan años aparcando sus cascos y sus jugadas en suelo europeo. No sería más que el paso siguiente para conseguir mundializar un deporte que es, no lo olvidemos, muy centralizado en América del Norte.

Millones de razones

Millones de razonesPoderoso caballero es Don dinero y los 600 millones de libras, unos 700 millones de euros, que Sahid Khan pone sobre la mesa para la compra de Wembley han hecho temblar los cimientos de la FA (la federación inglesa), a la que le toca decidir el próximo 11 de octubre, en su asamblea general, si acepta o no la propuesta del empresario. Serán 127 miembros de la misma que tendrán que escuchar, opinar y, finalmente, votar sobre ese traspaso de una de las joyas de la corona.

Porque, como decía al inicio, eso es lo que es, una joya inglesa y a pesar del dinero ofrecido, hay voces discrepantes porque entienden que sería profanar Wembley. Sin embargo, ya se disputan partidos de rugby, se hacen conciertos y, de ahí, se saca un dinero para que funcione el estadio, aparte de las semifinales y la final de la 'Cup' inglesa y de los partidos de la selección.

Y, además, ya ha habido competición de la NFL en Londres, y si bien en el 2018 solo habrá tres partidos, por los cuatro que hubo en el 2017, dos se jugarán en Wembley los próximos 21 y 28 de octubre (Chargers-Titan y Jaguars Eagles) y otro en el estadio del Tottenham Hotspur el 14 de octubre (Raiders-Seahawks). Sin contar con que la NFL invirtió ya 12,8 millones de dólares para adecuar al estadio de los Spurs para el juego diferente del fútbol americano.

Parece, pues, que la invasión ya se ha hecho y que Khan solo está preparándose para obtener mayores beneficios, a pesar de su extraordinaria inversión en la (casi segura) compra. La NFL tiene contrato para que se jueguen partidos en Londres para los próximos 10 años pero es que, si hubiera una primera franquicia fuera de América, sería para la capital británica.

Ya se ha dicho que ni en octubre ni en noviembre podrá jugar la selección inglesa en Wembley, porque es temporada de la NFL, con lo que si hubiera fechas FIFA estaríamos en un problema casi histórico, porque los 'pros' ingleses deberían buscar un lugar diferente a su estadio fetiche. ¿Estamos ante un primera paso para que los deportes se interconecten o es una lucha de poder económico para coger posición?

A mi entender, se trata de obtener cuota de mercado y, de ahí las ganas de la Liga para tener partidos en Estados Unidos y lo que ya ha hecho la NFL desde hace años con su fútbol en Europa. La compra de Wembley sería una pica en Flandes y hay que pensar en magnitudes macroeconómicos y en planteamientos futuros (¿o futuristas?) del deporte mundial. Esto no hay quien lo pare, como se dice... Mientras, demos la bienvenida al otoño que en València es benévolo pero nos podemos, sin embargo, recoger en el sofá y leer 'Un ciudadano en Berlín', de Antoni Sobanski, un conde polaco que nos cuenta los inicios del nazismo en otra capital europea.

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